El
pasado martes 9 de junio 2014 el ex comandante de las Fuerzas Armadas de
Egipto, Abdelfatah Al-Sisi tomó protesta como presidente de la República Árabe
de Egipto por una mayoría de 97% por los siguientes cuatro años. El presidente
saliente Adly Mansour, quien fungió como presidente ad interim entre el momento
de la destitución y el posterior golpe de estado contra el presidente en
funciones Mohamed Morsi sucedido un 3 de julio del 2013 hasta la reciente toma
de protesta. No obstante que la Hermandad Musulmana que antes de la toma fuera
partido gobernante, volvió en septiembre 2013 a la clandestinidad, desde la que
ha intentado recuperar con poco éxito el poder que le fue arrebatado hace
pronto un año por el entonces general, que hoy es presidente.
Los
sucesos recientes en Egipto dan una idea de un desenlace bastante turbulento
que se originan con la caída de Hosni Mubarak, presidente y general en el poder
desde 1981 hasta 2011. Durante su permanencia en el poder la organización
clandestina con mayor actividad seguía siendo la Hermandad Musulmana, la cual
fue ilegalizada durante la presidencia
de Gamal Abdel Nasser hasta los tiempos de Sadat y Mubarak antes de él. La revolución de la Plaza Tahrir en el año
2011 le dio fin a la era éste último,
cuando una oleada de protestas y congregaciones populares fueron tan potentes
como para desestabilizarlo. Con el su dimisión formal el 11 de febrero de 2011.
El hombre fuerte del Ejército bajo Mubarak,
Mohamed Hussein Tantawi fue el responsable en todo momento de la gestión
del país, demostrando su carácter de columna vertebral de la nación africana. Con
la elección de mayo 2012 de Mohamed Morsi fue declarado victorioso con 51,7% de los
votos emitidos. Con un parlamento de mayoría islamista, comenzó una etapa de
grande controversia, durante la cual la Hermandad Musulmana y el presidente
islamista Morsi fueron los principales actores políticos. En el transcurso del
año 2012 Morsi decide licenciar a Tantawi del puesto de Comandante en Jefe remplazándolo
por el general Abdelfatah Al-Sisi.
La
presidencia de Morsi fue breve y tormentosa, y se caracterizó por un cierto
descontento de una parte de la sociedad egipcia que no comulgaba con el islam,
o con la hermandad musulmana. En muchos casos los gobernadores nombrados por la
hermandad no encontraron la aceptación de sus habitantes por su pasado en la
clandestinidad, y hubo motines en algunas provincias, mientras que la asamblea
constituyente no lograba terminar de redactar la futura carta magna. Finalmente
en diciembre 2012 fue pasado por referéndum popular siendo ratificada por el
63% de los votantes egipcios. A finales de junio de 2013 las protestas vuelven
a las calles, ésta vez contra los gobernantes de la hermandad. Sus acciones se
extienden mientras que el ejército intenta mantener el orden. No obstante que el ejército se mantenga aún
al lado del presidente Morsi, en la plaza Tahrir su dimisión es aclamada por
multitudes de egipcios decepcionados.
El 1 de julio de 2013 el Comandante en Jefe Al-Sisi levanta un ultimátum de 48 horas al ejecutivo, pidiendo que éste acceda a las demandas del pueblo, o de lo contrario el ejército tomaría medidas. De hecho el 3 de julio ante la inacción del presidente Morsi, el general Al-Sisi destituye al presidente, disuelve su gabinete y el parlamento, e implementa la ley marcial. El recién nombrado presidente del Tribunal Supremo Constitucional de Egipto, Adly Mansour tomará las riendas de la presidencia ad interim ese mismo 3 de julio de 2013.
El
nuevo gobierno comenzaría por iniciar acciones contra la hermandad musulmana,
la cual de estar en la cúspide del poder, vuelve a la clandestinidad. Su
ilegalización ocurrida en septiembre y los juicios contra Mohamed Morsi, quien
fuera finalmente condenado por tres años de cárcel, fueron tan sólo unas de las
muchas medidas de represión contra los islamistas, que intentaron levantarse
contra el golpe de estado, más nunca consiguiendo acarrear amplios sectores.
Sus simpatizantes y miembros fueron perseguidos y encarcelados en masa, y las
bombas y acciones terroristas volvieron a su vez en el país. Mientras que el
ejército tomaba acciones cada vez más contundentes, optó también por una nueva
transición política. Una nueva constitución fue ratificada el pasado 15 de
enero de 2014 mediante referéndum con una aprobación de 98%, Con este paso
Mansour, el presidente interino inició las elecciones definitivas el 27 y 28 de
mayo de 2014, donde Al-Sisi, habiéndose despojado de sus funciones militares,
se presentó como candidato a la presidencia. Su principal y único contrincante Hamdin
Sabahi poco pudo cosechar contra el 97% que obtuvo el ex comandante en jefe. El
4 de junio Al-Sisi fue declarado vencedor de la contienda, y fue juramentado el
9 de junio pasado ante una escasa presencia internacional.
Con
este acto se clausura una etapa altamente inestable de la historia reciente de
Egipto, tan acostumbrada a los hombres del ejército en el poder, a veces en la
misma presidencia, como el caso de Gamal Nasser. En la época de Mubarak,
Mohamed Hussein Tantawi fue el hombre fuerte atrás de la cortina, pues fue el
ejército el que le mantuvo la lealtad por más de treinta años que permaneció en
el poder. El nuevo hombre fuerte es ahora Al-Sisi, héroe y salvador de la
patria para unos, golpista y represor para los otros. Su mano dura ha tenido un
relativo éxito al reducir la presencia de los islamistas significativamente,
sin por ello haber resuelto en sí el problema. La existencia de células nuevos
y antiguas, que siguen en la clandestinidad son muchas, y con el curso de
confrontación total, y las acciones judiciales y represivas contra sus
simpatizantes, hay siempre una parte de
la sociedad egipcia que queda marginalizada de la vida institucional y
política, por lo tanto candidatos a acciones extralegales y terroristas desde el punto de vista del estado.
Posiblemente
vuelva ahora una cierta normalización necesaria para una recuperación del país
y de su economía en plena recesión. Siendo altamente dependiente del turismo internacional
, en los años recientes los números de
visitantes extranjeros han descendido dramáticamente reduciendo a su vez la
entrada de divisas tan esencial para una parte de la población activa. Las
protestas y violencia tanto religiosa como de tipo político ha ahuyentado a
muchos de los candidatos a hacer turismo, y para recuperar su desempeño anterior a 2011 falta mucho trecho. Ahora queda por
ver si en la arena internacional el nuevo presidente Al-Sisi pueda convencer a
las potencias occidentales de la nueva estabilidad política del país y de su
capacidad de liderazgo. Ante todo queda por ver cómo la sociedad egipcia en su
conjunto se adaptará al nuevo cuadro político, tanto desde los numerosos
simpatizantes del ex comandante en jefe, como de sus detractores, que
posiblemente no se queden con los brazos cruzados ante la consolidación de su
poderío.
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