La
tensión internacional sigue intacta entre los dos bloques antagónicos de Rusia
y sus aliados contra EE.UU., Europa y los suyos. En la pasada conmemoración del
Desembarco de Normandía en el norte de Francia esto se hizo más evidente que nunca. En primer lugar el que celebrara
en paralelo la cumbre de Bruselas del Grupo del G7, siendo el primero desde la ruptura definitiva
con Rusia por parte de los siete países más industrializados, los cuales desde
entonces han dirigido su agenda política a aislar y sancionar cuanto mejor al
ex miembro euroasiático. El protocolo diplomático fue llevado a su máxima
tensión habiendo los presidentes Putin y Obama codo a codo, a la vez que la
presencia del recién ungido presidente ucraniano Petro Poroshenko, que fueron
llevados con las más sútil forma por parte de la organización francesa. Al
tiempo estaba programada una reunión bilateral entre Angela Merkel, canciller
alemana y el presidente ruso Vladimir Putin, la cual se llevó con un tacto de
seda por parte de ambos para no hacer parecer el desacuerdo absolutamente
existente entre ambos mandatarios.
Tal
cual como el recreo de secundaria Hollando se vio en la incómoda situación de
llevar este evento histórico, el cual por encima de toda divergencia actual,
debía sellar la celebración de la liberación del subcontinente europeo de la
ocupación nazi hace setenta años, y de hacer visible este consenso post-bélico.
Fue sin duda posible a primera vista, pero en los detalles era más que evidente
que lejos de representar este espíritu unificador, ahora más que nunca hay una gran
división, al menos desde la crisis de Crimea pasada. La reunión breve entre
Putin y Poroshenko dio lugar a unos comentarios bastante positivos tanto del
ruso como del ucraniano, los cuales demostraron un sentido de diplomacia en
tiempos donde el simple diálogo a veces es imposible. No por ello el mandatario
ruso dijo una vez más que no sólo no era el responsable del actuar de las
milicias pro-rusas en el Donbass, sino que además exigía de Kiev que
suspendiera de inmediato toda operación militar en el este del país
centroeuropeo. Esta es sin duda una de
las políticas por seguir del nuevo hombre fuerte de Ucrania, además de la
irrenunciable pertenencia de Crimea a la nación, desconociendo categóricamente
la legitimidad de la secesión de la
península.
Sin
duda las demandas y objetivos de uno y otro partido sin diametralmente
opuestos, si además se considera que la deuda del gas está siendo ahora mismo
el rompecabezas a resolver en la ciudad de Bruselas otra vez, bajo los
auspicios del comisario para la energía de la Unión Europea Olly Rehn, quien
tiene en una mesa tanto a los ministros de energía de Rusia y de Ucrania como
de los consorcios energéticos en cuestión,
la rusa Gazprom y la ucraniana Naftogaz. Si Kiev no logra pagar aunque
fuera una parte acordada de la deuda acumulada desde inicios del año con la
empresa Gazprom, ésta se vería en la obligación de cerrar los gaseoductos hacia
ese país. De ser el caso afectaría además
el suministro de una buena parte del mercado europeo, el cual altamente
dependiente de los insumos energéticos,
no tiene plan b para el día que esto suceda.
La
historia fue sin duda el pretexto para que todos se pusieran de acuerdo por un
cuarto de hora de la ceremonia, puesto que el pasado no va a cambiar, e
independientemente de la postura que se tenga respecto a los eventos, es
siempre más cómodo hablar del pasado, que del
futuro. Tal es el caso, que mientas las naciones de la UE se consultan e
impulsan todas las medidas de sanciones contra la primera nación en superficie
del mundo, Rusia concluye acuerdos comerciales con China, que le dan a su bando
la seguridad que salga lo que quera, no le afectaría tanto como deseado. Los
que quieren imponer las susodichas sanciones, posiblemente se vería más
afectadas por sus consecuencias que el que quieren agredir. Al final del día
las mímicas entre los altos dignatarios nos quiere presentar el mundo tal como
saliera de la segunda guerra mundial, más no logra convencer de que futuros
conflictos estarían lejos del horizonte, pues más que nunca ,estamos siendo
testigos de cómo desde múltiples niveles y escenarios una verdadera guerra fría
2.0 se está gestando a nivel mundial, donde los contrincantes politizan
absolutamente todos los posibles escenarios, en su provecho, y desde una
perspectiva bipolar de nuevo.
Jorge
Santayana dijo una citación que viene aquí como anillo al dedo: “Los que no
pueden recordar el pasado, están condenados
a repetirlo.”. Si la división se convierte en algún momento insuperable
al punto de hacer que hasta el estadista más sabio pierda los estribos y no se pueda siquiera
dialogar entre países, hay momentos que la violencia es el único camino. En un
mundo donde Europa occidental y EE.UU. tienen cada vez menos poder económico, ni
hablar del político, hacen oídos sordos a los nuevos actores de la escena,
mientras que pueden. Todo con tal de no ceder en su posición y en su “orden
establecido” en un ápice. Sin embargo históricamente visto, hay momentos de
inflexión, que irremediablemente conducen a cambios. Y los que no saben
preverlos y adaptarse a ellos, posiblemente tengan más que perder que de ganar.
Esto no se sabe hasta que termine la jugada,
por lo que el tiempo no está del lado de Europa occidental y EE.UU., en
cambio sí está del lado ruso. Veamos
cómo termina este apasionante partido de ajedrez.
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