La crisis en Ucrania no tiene a la vista,
pero muchos nuevos aspectos y hechos que comentarse. El presente lunes 21 de
abril 2014 Joe Biden aterrizó en una visita oficial de primera importancia en
la capital ucraniana Kiev para encontrarse con el presidente ad interim Olexander Turchinov y el primer ministro a.i. Arsenyi Yatseniuk. Esta visita que más
que de cortesía parece como la contrajugada de la visita del primer ministro
ruso Medvediev a Simferópol, ahora de iure suelo ruso el pasado 31 de marzo,
tuvo su respuesta por parte de Sergei Lavrov, quien en pleno viaje oficial en
la República de Mozambique. En una conferencia de prensa levantó la acusación a
Kiev de ser quién hubiera roto el Acuerdo de Ginebra, que ha servido
desde el pasado jueves 17 de abril 2014 para una tregua basada en cinco puntos,
firmada por EE.UU., Rusia, la UE (Unión Europea) y Ucrania. En este documento que
pone una base para la resolución de la crisis
ucraniana pareció levantar muchas esperanzas para el cese de la violencia y
la normalización, que podrían en las horas y días ser de nuevo reducidos a
nada.
En
la región del este de Ucrania desde inicios del mes de abril, se registró un
levantamiento en las importantes ciudades de población pro-rusa, que pide un
referéndum de autodeterminación, y algunos sectores más que una autonomía, la
incorporación a la misma Federación Rusa. Se ha programado que la
autoproclamada República Popular de
Donetsk ratifique su posición con una
consulta el 11 de mayo, al menos por ahora es el plan. No por ello la toma de
los sitios estratégicos en ciudades como Mariupoli o Slavyansk, donde
autoridades autoproclamadas y coordinadas por fuerzas de milicias afines a
la república popular, controlan en mayor
o menor medida el territorio revindicado.
El
antes mencionado Acuerdo de Ginebra anteponía lo siguiente: el rechazo a toda
violencia, el desarme de grupos ilegales y su cese de actividad, como la
devolución de los edificios e infraestructura ocupados en las semanas pasadas por
activistas pro-rusos. La presencia de la OCDE como observador de este proceso y
una reforma constitucional acorde a una nueva situación en Ucrania. Sin poner
abiertamente el caso de Crimea, o de la República Popular de Donetsk (RPD),
establece unas líneas mínimas. Estas siendo sin embargo tan finas, que mientras
que tanto Rusia presiona a Ucrania por entrar con fuerza en el Donbass (región
del Don con capital en Donetsk), y de llevar a cabo una represión contra la
población rusa en este caso. También ha tratado de no entrar en el juego de los
mismos activistas de la autoproclamada
RPD, que piden desde ahora la protección de la población con tropas rusas
regulares, que serían necesarias contra los operativos del ejército ucraniano.
Cuando
las ciudades al este se encuentran en un estado de descontrol desde Kiev, y las
autoridades nuevas vienen a imponer la ley, en un movimiento que tiene tantos
puntos en común que el mal llamado movimiento Euromaidan, que salvo algunas excepciones, podría ser objetivamente
un actor al menos equiparable, y
merecedor de un mecenas en el ámbito internacional. Lo que desde
un enfoque se llama un crisis de estado, otros la llamarían una potencial o
fáctica guerra civil, que desde los meses que lleva en pie, ha demostrado una
descomposición interior en el país europeo. Unos forman autodefensas, que los
medios suelen llamar ejército ruso, que no es parte de la jerarquía del
ejército de Rusia propiamente, pero
donde el servidor puede ser étnicamente o incluso ciudadano ruso de origen.
Cuando en Crimea se levantó la falsa acusación de la presencia de soldados en
el terreno, que es falsa, siendo que no eran portadores de ninguna insignia de
ejército oficial reconocible, no se logró convencer a la comunidad internacional
de que Rusia había violado leyes internacionales al entrar en territorio
ucraniano.
Ahora regiones fronterizas en el este se están sumando a esta
dinámica, que por razones evidentes son
en sí incontrolables como actores en la escena. Kiev ha intentado recuperar el
control sobre esas regiones, hasta ahora con muy poco éxito, en parte debido al
estado mismo del ejército nacional esquelético que tiene, y que su armamento no
lograría una superioridad militar ni numérica en la región del Donbass.
Si
el endeble Acuerdo de Ginebra salido del cuarteto mencionado (UE, EE.UU.,
Rusia, Ucrania) no lograra un nuevo acuerdo más inclusivo en el plano político,
rápidamente su vigencia será pronto caduco, ya que el aparente desarme no se
está dando ni por parte de los grupos pro-maidan, ni por los grupos pro-rusos
anti-maidan, que consideran el gobierno
de Kiev como espurio. Si ninguno bajara la guardia, esta cláusula no será nunca
más que papel mojado, mientras que la guerra de palabras sigue su curso en los
diferentes foros internacionales.
Desde Kiev Biden se dirigía directamente a
Moscú, y al tiempo Lavrov desde Maputo, Mozambique haría lo propio, sin que por
ello se haya avanzado un sólo milímetro. Esta escalada de tensión que más que
un paréntesis se ha vuelto un nuevo status quo regional, sigue por lo tanto en
una guerra mediática, mientras que en Donetsk los sucesos se dan hacia una
creciente separación de facto y tal vez pronto de iure de la nación ucraniana.
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