lunes, 15 de julio de 2013

Egipto: ¿Golpe de estado o revolución popular con respaldo militar?

Egipto no sale de la zona de turbulencias políticas iniciadas en 2011 con la caída de Hosni Mubarak de la presidencia del país bi-continental, que últimamente no se ha recuperado de la inestabilidad reinante. A finales de junio del año en curso un movimiento de protesta se formó en la plaza Tahrir (libertad) en El Cairo, demandando la salida del gobierno de los hermanos musulmanes. Sus demandas no siendo atendidas por los susodichos hermanos musulmanes, los cuales entonces autorizaron el empleo de las fuerzas del orden para normalizar la situación interna. No obstante el ejército tomó cartas en el asunto, al poner un ultimátum el mismo día 30 de junio, avisando que si antes del 3 de julio no existe en acuerdo que contemple tanto las demandas de los ciudadanos en la calle como los puntos de partido en el poder. Mohammed Mursi, quien no se dejó presionar hasta el último día, donde se vio apartado del poder efectivo, con la suspensión de la constitución y el cese de sus funciones, convertido en prisionero en paradero desconocido y recluido a un arresto domiciliario desde entonces.

El hasta ese entonces ministro de defensa Abdul Al-Fatah Al-Sisi se reunió el 3 de julio en la tarde con representantes de varias organizaciones y formaciones de la oposición; sin embargo la no asistencia de los Hermanos Musulmanes, y la caducidad de un ultimátum, al cual Mursi no accedió hasta que éste cayó, llevó a Al-Sisi a tomar tres importantes medidas de forma unilateral, decretó el fin del gobierno de Mohammed Mursi y de los Hermanos Musulmanes, la suspensión de la nueva consitución en vigor desde 2012 y la presidencia ad interim  bajo el liderazgo del jefe de la Corte Suprema de Justicia Adly Mansour hasta nuevas elecciones.

La caída fáctica de los Hermanos Musulmanes llevó a  una fiesta y euforia en la plaza Tahrir por tres días, lo cual aparentemente era la representación del pueblo que festejaba la caída del presidente derrocado. No obstante las fuerzas de los Hermanos Musulmanes se organizó en los mismos días para hacer protestas en la sede de la universidad del Cairo y varias plazas aledañas a Tahrir, donde los enfrentamientos con las fuerzas del orden fueron mucho más violentas, que con los manifestantes de la oposición anti-mursi.

Desde entonces la formación de un gobierno dentro de este caos se fue dando, con el nombramiento de Mohammed El-Baradei como Vicepresidente, y como primer ministro Hazem Al-Beblaui, entre los más enigmáticos. Es entonces que se estancó la situación en lo que hoy es un fuerza pro-mursi que exige la restitución de la consitución y la reposición del presidente Mursi de inmediato. Su argumento siendo que el término de su presidencia estaba lejos de terminarse y que el ejército dio un golpe de estado fáctico, que se trata de disimular con la nominación de un presidente a.i., quien no había sido promovido al puesto de jefe de la Corte Suprema más que 48 horas antes del ultimátum. En efecto la aparente coincidencia de esta nominación, y el viraje del ejército a poner un ultimátum al  poder ejecutivo ya de entrada es sospechoso de connivencia por parte de ambas alas para derrocar a los Hermanos Musulmanes, que en gran medida habían caído en desgracia para gran parte de la población cairota, que permanecía desde días antes en la plaza, sin ánimo de ceder a las presiones del poder presidencial.

Las andanzas del gobierno Mursi no estuvieron excentas de contradicciones y excesos en algunos aspectos. En primer lugar la ratificación de la constitución fue un tanto problemática por la baja participación que tuvo, y por ello la credibilidad derivada era un poco dudosa, cuando los mismos Hermanos Musulmanes fueron los que en gran medida la forjaron desde su posición privilegiada en el  ahora disuelto parlamento egipcio. La adjudicación de poderes de infalibilidad por parte de Mursi, similiar a la del papa mismo, que no podría ser revisada ni por el legislativo no por el parlamento, dieron un aire de autoritarismo a Mursi, el cual siempre se defendía de la necesidad de tal medida, ante los peligros que se enfrentaba la revolución. La presión de la calle hizo retroceder a Mursi de su propósito, al ver que no lograba calmar los ánimos.

Las medidas económicas buscadas por los mismos en el ámbito internacional fueron también interesantes como mínimo. El que el FMI les concediera una línea de crédito le costó muchos meses de negociación difícil, las entradas del turismo fueron siempre bajas, dado que esta rama no se ha recuperado de la crisis a raíz de la caída de rais en 2011. Los casos de inseguridad, de violencia sectaria ya entonces estaba en el aire, dado que los opositores a Mursi y su partido político no se vieron representados en el proyecto político particular, que tenía ciertamente  tonos muy islamisantes, cuando el país tiene un 10% de coptos cristianos, y muchos no son musulmanes practicantes, aún cuando es la religión dominante en gran medida. Meter estos términos exclusivamente musulmanes fue considerado un tanto excesivo por una parte de la sociedad egipcia.

Ahora que Mursi ya es presidente depuesto, y que los Hermanos Musulmanes están excluidos de toda participación política y que el gobierno a.i. de Mansour intenta calmar las aguas turbulentas del país, el ejército tiene una gran responsabilidad en los sucesos ocurridos. Entra aquí el debate no muy claro, si se trató de un golpe de estado, o de una revolución popular. En cierto modo el actuar del mismo Al-Sisi en la política directamente ya daba un grado de injerencia no antes visto. Luego es cierto que la economía egipcia depende en gran medida de éste grupo, quien es el propietario de mucha infraestructura del país, y que reciben unos honorarios por parte de EE.UU. que los pone entre los primeros receptores en el concepto de ayuda militar en la región, con Israel y Turquía. 

Fue por lo tanto un golpe, que fue bien visto por una importante parte de la sociedad, pero no su entera parte. El país está dividido ahora más que nunca entre los pro-y anti-morsi, el país en una dictadura militar y bajo un gobierno interino con reconocimiento dudoso y la economía basada en gran medida en el turismo no ve la recuperación necesaria, debido a la mala prensa que causó todo el tiempo turbulento de los dos últimos años.

La responsabilidad de Mohammed Mursi por lo tanto existe, como la de su formación política, que por mucho tiempo fue clandestina. Ahora pasó una vez más a ese estatus, al  menos que algo cambié a corto plazo. Sus errores no fueron ni secundarios, este descenso al infierno fue paulatino y gradual, y nunca pensaron que serían apartados con tal rapidez, tan sólo un año y pico de su subida al poder tan ansiado. Luego también es cierto que para algunos aquí se trató de una secunda revolución, de una rectificación del curso, y necesariamente la llegada de la situación definitiva. No obstante a falta  de estabilidad política los negocios van a esperar en volver al país de las pirámides, que desde siempre ha sabido sacar provecho de su inmenso patrimonio arqueológico y arquitectónico. 

Hasta entonces los egipcios seguirán luchando por ver vencer su facción, en esta situación que pronto podría denominarse un caos post-golpista de tipo sectario. Si no se encuentra pronto un poder mínimamente representativo, este caos significará no sólo a la economía una crisis sin igual, sino que en situación de dictadura militar. La ayuda de EE.UU. tendrá que ser reconsiderada, al menos que Barack Obama cierre un ojo sobre este asunto y continúe su ayuda pese a la inconsistencia constitucional reinante en el país. 

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