La
cumbre del G20 de San Petersburgo se concluyó
con poca gloria y ningún documento final propio de una reunión económica de las
principales economías mundiales, donde seguro estaría los temas como el combate internacional
contra los paraísos fiscales, las
medidas para volver al crecimiento en las viejas economías europeas, entre
otras. No fue tal, sino el tema en vogue, la crisis siria, la cual con cada vez
nuevas facetas en la arena tanto siria como internacional, no deja de
desenvolverse hacia un desenlace fatal, o sea la intervención militar carente de toda aprobación o legitimidad, que
fuera la autoproclamada comunidad
internacional, a su vez aparentemente dividida en el asunto. Los breves
momentos de encuentro fuera de protocolo en el marco de la cumbre económica
entre Vladimir Putin y Barack Obama no concluyeron en ningún acercamiento
mayor, y dejaron una vez más entrever esta nueva relación de corte guerra fría
que rige actualmente entre Moscú y Washington.
El
gobierno estadounidense viene desde días preparando y anunciando en todos los
canales disponibles la voluntad inquebrantable de castigar a los responsables sin
equívoco de los terribles ataques de
gas sarín en la Ghouta Oriental, en las afueras de la capital siria, Damasco el
pasado 21 de agosto 2013. Ni el secretario de estado John Kerry, ni el gobierno
francés parecen necesitar más pruebas que los videos anónimos publicados en las
redes sociales y en youtube para demostrar la veracidad de la culpabilidad del gobierno
sirio en los sucesos. No obstante la comisión de investigación sigue con el
análisis de los materiales juntados a duras penas y bajo condiciones extremas
en Siria hace pocas semanas. La negativa del parlamento británico para
autorizar el uso de la fuerza en Siria fue ante todo un signo de alarma, de que
este proyecto militarista tiene muchos enemigos en diversos frentes.
El
gobierno de Rusia por su lado dio un paso decisivo para quitarles todo
argumento a los enemigos de Bashar Al-Assad. Le pidió formalmente al gobierno de
Damasco de poner bajo vigilancia internacional el arsenal de armas químicas,
con el fin de destruir el mismo y neutralizar toda posibilidad de su empleo en
corto plazo. Este lunes mismo, el ministro de relaciones exteriores de Siria
Wallid Al-Moualem se declaró favorable a este acuerdo y dispuesto a firmar el
tratado de prohibición de armas químicas, dejando una vez más el balón en el
lado de los militaristas.
El
presidente francés Francois Hollande declaró recientemente en una conferencia
de prensa, que estaría esperando una
serie de factores para determinar su postura en el asunto. En primer lugar el
que el Consejo de Seguridad se pronuncie de una forma u otra respecto a la
responsabilidad de quién fuera el actor de estas masacres, de los resultados de
los votos en la Cámara de Representantes y en el Congreso de EE.UU. que en la
brevedad se tendrá que posicionar frente al pedido hecho por el presidente
Obama de una guerra limitada contra
el país asiático. Sin embargo el buen visto de Damasco de poner bajo control internacional
su material de tipo químico obligo hasta a ellos a reconsiderar sus propósitos.
El secretario de estado John Kerry se dijo abierto a hablar con los rusos en el
caso de que efectivamente se dieran estas circunstancias, que podrían frenar la
reprimenda militar a corto plazo.
El
voto que Obama necesitará pronto sobre una potencial operación militar limitada, como le dicen, está siendo la
piedra angular para el inquilino de la casa blanca, cuando incluso su reputación podría verse afectada,
sea cual fuera la salida de esta crisis. Si Obama se ve muy blando y
conciliante con los sirios, le acusaran de débil el ala ultraderecha de los
republicanos. Si se ve tan determinado a actuar militarmente, los demócratas
más a la izquierda le reprocharían por lo contrario una actitud imperialista.
En ambos casos su reputación se está jugando, y siendo prisionero de su propia
voluntad de lleva un frente militar-moralista, se enfrascó en una argumentación
como menos paradójica y poco convincente para con sus aliados, incluso más
cercanos, siendo la participación francesa tanto más curiosa, cuando en el
pasado Francia se opuso a la entrada en Irak
de EE.UU., el Reino Unido y España. Ahora es Francia la más proclive a
ello, mientras que por una vez Londres no está entre los líderes de la
ofensiva.
La
liberación reciente del periodista italiano Domenico Quirico, quien fue
secuestrado en Siria en marzo, recién llegado a suelo italiano por su lado
comentó que según su parecer es casi imposible que el régimen de Damasco
estuviera atrás del ataque de Ghoutta Oriental. Habiendo estado secuestrado por
fuerzas rebeldes, que llevan a cabo razzias en el norte, tomando a rehenes como
modus operandi, habrá tenido oportunidad de ver el funcionamiento y la dinámica
general de lo que está sucediendo en el terreno. Nadie se mueve por ahora a
aportar “pruebas” con la fuerza necesaria para justificar su intervención.
Luego está la cuestión de la existencia de una base naval rusa en el puerto de
Tartus, sobre la costa siria, que sirve de alfil a toda intervención. De forma
preventiva el gobierno ruso acaba de mandar desde Sevastopol un portaviones adicional
para asegurar lo que constituye el único punto de apoyo militar en el
mediterráneo de los rusos, de ahí su importancia relativa.
Mientras
que la ONU y diferentes cancillerías occidentales felicitaron el paso dado por
el Assad, no cesa el proselitismo de Kerry en la zona. Ayer estuvo en Londres y
ahora se dirige a Vilnius, Lituania, donde se está celebrando un encuentro en
el ramo de la presidencia pro-tempore de dicho país de la Unión Europea. La
posición en común de la UE sobre Siria está plasmada ahora sí. En ella se dice
que se respalda la necesidad de una reacción fuerte, en el caso de que hubiera responsabilidad
del gobierno sirio. Sin embargo pide el mostrar evidencia más convincente para
poder corroborar el dato. Nadie se quiere mojar primero sin un mínimo respaldo
moral, por lo visto estas políticas son definitivamente pasado, o eso parece.
El
G20 fue definitivamente eclipsado por la crisis siria, y la foto final lejos de
reflejar una aparente unidad de la comunidad internacional frente a la
necesidad de intervenir militarmente, se ve en una profunda división fáctica.
Rusia y China siguen firmes en la voluntad de frenar toda acción militar
unilateral fuera de la ley internacional, mientras que Obama intentó en vano
ganarse afecto para su empresa militar con sus socios. Si bien once países
firmaron un compromiso donde se afirmaba la necesidad de aclarar los sucesos
relacionados con las armas químicas, donde la mención militar es nula. Este
parece ser el panorama para este momento, donde se está demostrado la verdadera
influencia que tiene ahora Washington, cuando se propone una enésima campaña
militar, que más difícil que nunca, se enfrenta a enemigos dentro y fuera de
EE.UU.
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