viernes, 3 de mayo de 2013

La impugnación formal de Capriles de las elecciones del 14-A o la injerencia neocolonial de España en asuntos internos de Venezuela

La crisis postelectoral venezolana no parece tener fin a la vista.  En pocos días varios eventos fueron a darle un giro adicional a la tensión surgida a raíz de unas elecciones del 14 de abril pasado, donde el candidato ganador Nicolás Maduro vence por escaso 1.6% a su rival opositor Henrique Capriles. El resultado es contestado por la oposición inmediatamente,  la cual bajo el llamado de Capriles Radonski sale a la calle a base de cacerolazos primero, desencadenándose en una ola de violencia por parte de militantes opositores en contra de todo simpatizante del oficialismo, en incluso a los cubanos presentes, siendo directamente amenazados en algunos casos. El saldo de 8 muertos, y decenas de heridos sería el comienzo de una ola de violencia repentina, llevó a opacar en gran medida la elección de Maduro a la luz de los medios internacionales. Las cancillerías de EE.UU. y España no reconocen la victoria de Maduro.

El pasado 2 de mayo el ex candidato Capriles impugnó oficialmente las elecciones ante el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) de Venezuela, y declaró su intención de realizar una gira internacional para buscar apoyos en el extranjero a su causa. Con una documentación de 195 páginas, denunció la existencia de voto póstumo y de flagrantes irregularidades en el proceso. Dijo que en su opinión la verdadera justicia sería de que el TSJ falle a favor de la repetición de los comicios, donde se prometió de sacar un aplastante 60%. 

El pasado 30 de mayo en la Asamblea Nacional se produjo un incidente que llevó a enfrentamientos entre opositores y oficialistas, donde salió herido un parlamentario opositor. Los golpes se dieron en plena sesión, donde los representantes opositores están suspendidos temporalmente, por desconocer al presidente y gobierno venezolano. El presidente de dicho organismo, Diosdado Cabello rechazó toda acusación de complicidad y responsabilidad en este precedente de violencia, de lo que fue acusado por parte de la oposición en estos días.


No obstante la tensión también pasó por los canales internacionales, en particular con las declaraciones recientes del ministro de relaciones exteriores de España, José Manuel García-Margallo, quien se dijo dispuesto a servir como mediador “para bajar las tensiones” en Venezuela, a la luz del recuento que está por darse en los días venideros, tal como se demandó por parte de la oposición.  La reacción  primera por parte del gobierno venezolao, fue de volver a llamar a consultas al  embajador venezolano ante el Reino de España, Bernardo Álvarez, por enésima vez. Además en un acto político advirtió a García-Margallo de que saque “sus narices de Venezuela”.

El panorama interno como externo de Venezuela padece actualmente un fase de grande inestabilidad. La persistencia en la estrategia de la Mesa de Unidad Democrática (MUD) parece evolucionar directamente hacía un cuadro donde la violencia llega a todas las esferas del país, desde la Asamblea Nacional, por la calle y por extensión en la comunidad internacional. La desconfianza per se en el sistema electoral y la puesta en duda de un protocolo y un proceder, que llevaron en su caso a la misma oposición al poder en diversos estados, parece hasta cierto grado contradictorio. El mismo padrón electoral, empleado en el ejercicio anterior en 2012, fue a su vez repetido en abril 2013, por lo que la razón por la cual de pronto se comience a dudar de algo, que antes se había tomado por válido, es un tanto difícil de entender o defender.

La OEA y el gobierno de EE:UU. siguen firmes en su no reconocimiento de las elecciones, a la vez que el ex candidato y gobernador de Miranda, Henrique Capriles se alista para una gira internacional en el extranjero.  En cierto modo quiere asegurarse sus bases extranjeras, que podrían servirle en un futuro, ante un panorama de incertidumbre, que por ahora no le sería  favorable del todo. El recuento de los votos tendrá que ser la prueba más contundente para rematar esta crisis de legitimidad, que parece sufrir últimamente por parte una parte de la sociedad venezolana, y de la comunidad internacional, el gobierno electo de Nicolás Maduro. Más allá de que lleva encargado del gobierno desde diciembre 2012, su presidencia no ha conseguido el consenso anhelado, ni tiene la autoridad inapelable de su predecesor.

Por mientas las andanzas de Henrique Capriles tendrán una repercusión mayor o menor en el extranjero, y en la prensa de derecha internacional, y venezolana. Al ex candidato no se le han agotado  sus recursos aún, pese a que  Maduro haya recibido el reconocimiento de la gran número de países, dentro del mismo sistema judicial, el cual el mismo llega a denigrar en términos despectivos, pero ante instancias internacionales de diversos  niveles, latinoamericano, internacionales, OEA, etc. Mientras que se pueda mantener un hilo de eventos favorable a la causa opositora, que parece tener más simpatías en el mundo exterior a Venezuela que en el ella misma, o al menos esto ha sido la regla hasta las elecciones de abril pasado. El pueblo ya se pronunció con la determinación necesarioa para darle fe a los resultados,, que serán reconfirmados debidamente en los diez días por venir, según como fue acordado en el Consejo Nacionael Electoral. Si después de esto persistieran las dudas, es de pensar que se trata aquí de una campaña de descrédito al gobierno de Maduro, que fuera de toda controversia de su razón de ser, peca de  fuerte presencia extranjera, que fue testimoniada por  la acción de agentes no venezolanos entre las organizaciones opositoras. 

El caós no hará caer esta revolución, que es desde hace poco huérfana de un gran líder. Toda transición política es difícil y no está nunca excenta de controversia o contratiempo. Este no será en todo caso, el factor que haga que la revolución bolivariana deje de ser mañana, al menos que así sea voluntad del pueblo mismo y éste lo demuestre. 

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