La crisis postelectoral venezolana no parece tener fin a la
vista. En pocos días varios eventos
fueron a darle un giro adicional a la tensión surgida a raíz de unas elecciones
del 14 de abril pasado, donde el candidato ganador Nicolás Maduro vence por
escaso 1.6% a su rival opositor Henrique Capriles. El resultado es contestado
por la oposición inmediatamente, la cual
bajo el llamado de Capriles Radonski sale a la calle a base de cacerolazos
primero, desencadenándose en una ola de violencia por parte de militantes
opositores en contra de todo simpatizante del oficialismo, en incluso a los
cubanos presentes, siendo directamente amenazados en algunos casos. El saldo de
8 muertos, y decenas de heridos sería el comienzo de una ola de violencia
repentina, llevó a opacar en gran medida la elección de Maduro a la luz de los
medios internacionales. Las cancillerías de EE.UU. y España no reconocen la
victoria de Maduro.
El pasado 30 de mayo en la Asamblea Nacional se produjo un incidente que llevó a enfrentamientos entre opositores y oficialistas, donde salió herido un parlamentario opositor. Los golpes se dieron en plena sesión, donde los representantes opositores están suspendidos temporalmente, por desconocer al presidente y gobierno venezolano. El presidente de dicho organismo, Diosdado Cabello rechazó toda acusación de complicidad y responsabilidad en este precedente de violencia, de lo que fue acusado por parte de la oposición en estos días.
El pasado 2 de mayo el ex candidato Capriles impugnó
oficialmente las elecciones ante el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) de
Venezuela, y declaró su intención de realizar una gira internacional para
buscar apoyos en el extranjero a su causa. Con una documentación de 195
páginas, denunció la existencia de voto póstumo y de flagrantes irregularidades
en el proceso. Dijo que en su opinión la verdadera justicia sería de que el TSJ
falle a favor de la repetición de los comicios, donde se prometió de sacar un
aplastante 60%.
El pasado 30 de mayo en la Asamblea Nacional se produjo un incidente que llevó a enfrentamientos entre opositores y oficialistas, donde salió herido un parlamentario opositor. Los golpes se dieron en plena sesión, donde los representantes opositores están suspendidos temporalmente, por desconocer al presidente y gobierno venezolano. El presidente de dicho organismo, Diosdado Cabello rechazó toda acusación de complicidad y responsabilidad en este precedente de violencia, de lo que fue acusado por parte de la oposición en estos días.
No obstante la tensión también pasó por los canales
internacionales, en particular con las declaraciones recientes del ministro de
relaciones exteriores de España, José Manuel García-Margallo, quien se dijo
dispuesto a servir como mediador “para bajar las tensiones” en Venezuela, a la
luz del recuento que está por darse en los días venideros, tal como se demandó
por parte de la oposición. La
reacción primera por parte del gobierno
venezolao, fue de volver a llamar a consultas al embajador venezolano ante el Reino de España,
Bernardo Álvarez, por enésima vez. Además en un acto político advirtió a
García-Margallo de que saque “sus narices de Venezuela”.
El panorama interno como externo de Venezuela padece
actualmente un fase de grande inestabilidad. La persistencia en la estrategia
de la Mesa de Unidad Democrática (MUD) parece evolucionar directamente hacía un
cuadro donde la violencia llega a todas las esferas del país, desde la Asamblea
Nacional, por la calle y por extensión en la comunidad internacional. La
desconfianza per se en el sistema
electoral y la puesta en duda de un protocolo y un proceder, que llevaron en su
caso a la misma oposición al poder en diversos estados, parece hasta cierto
grado contradictorio. El mismo padrón electoral, empleado en el ejercicio
anterior en 2012, fue a su vez repetido en abril 2013, por lo que la razón por
la cual de pronto se comience a dudar de algo, que antes se había tomado por válido,
es un tanto difícil de entender o defender.
La OEA y el gobierno de EE:UU. siguen firmes en su no
reconocimiento de las elecciones, a la vez que el ex candidato y gobernador de
Miranda, Henrique Capriles se alista para una gira internacional en el
extranjero. En cierto modo quiere
asegurarse sus bases extranjeras, que podrían servirle en un futuro, ante un
panorama de incertidumbre, que por ahora no le sería favorable del todo. El recuento de los votos tendrá que ser la prueba más
contundente para rematar esta crisis de legitimidad, que parece sufrir últimamente
por parte una parte de la sociedad venezolana, y de la comunidad internacional, el gobierno electo de Nicolás Maduro. Más allá de que lleva encargado del gobierno
desde diciembre 2012, su presidencia no ha conseguido el consenso anhelado, ni tiene la autoridad inapelable de su predecesor.
Por mientas las andanzas de Henrique Capriles tendrán una
repercusión mayor o menor en el extranjero, y en la prensa de derecha internacional,
y venezolana. Al ex candidato no se le han agotado sus recursos aún, pese a que Maduro haya recibido el reconocimiento de la
gran número de países, dentro del mismo sistema judicial, el cual el mismo
llega a denigrar en términos despectivos, pero ante instancias internacionales
de diversos niveles, latinoamericano,
internacionales, OEA, etc. Mientras que se pueda mantener un hilo de eventos
favorable a la causa opositora, que parece tener más simpatías en el mundo
exterior a Venezuela que en el ella misma, o al menos esto ha sido la regla
hasta las elecciones de abril pasado. El pueblo ya se pronunció con la determinación necesarioa para darle fe a los resultados,, que serán reconfirmados debidamente en los diez días por venir, según como fue acordado en el Consejo Nacionael Electoral. Si después de esto persistieran las dudas, es de pensar que se trata aquí de una campaña de descrédito al gobierno de Maduro, que fuera de toda controversia de su razón de ser, peca de fuerte presencia extranjera, que fue testimoniada por la acción de agentes no venezolanos entre las organizaciones opositoras.
El caós no hará caer esta revolución, que es desde hace poco huérfana de un gran líder. Toda transición política es difícil y no está nunca excenta de controversia o contratiempo. Este no será en todo caso, el factor que haga que la revolución bolivariana deje de ser mañana, al menos que así sea voluntad del pueblo mismo y éste lo demuestre.
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