La ola de violencia en Irak lleva
cobrando vidas desde ahora pronto una semana. Se cree que al menos 200 personas
perdieron la vida en el trascurso de los días pasados, a raíz de un
resurgimiento sin igual de tensión sectaria en la nación mesopotámica. El
conflicto no se agudizó hasta recientemente,
cuando en diciembre 2012 el vicepresidente Tariq Al Hashimi es acusado de
colaborar en actos “terroristas”. Enseguida Al-Hashimi huye a Turquía y pide
asilo político. En Bagdad el vicepresidente iraquí es condenado a muerte in absentia. Su regreso está definitivamente
vetado. Mientras tanto en el país las protestas por parte de sectores suníes se
levantan contra el poderío chií de Al-Maliki y
sus allegados. Hace ya un año que las tropas estadounidenses se
retiraron formalmente del país, habiendo dejado previamente una administración
local, al mando de Nuri Al-Maliki, hombre fuerte desde 2003.
La cuestión de la seguridad fue y
ha sido la cuestión espinal desde incluso antes de la salida de los estadounidenses
y aliados. Siendo la única forma efectiva de evitar el enfrentamiento el
confinar a cada comunidad tras muros y check-points, que hagan que la fricción
sea lo mínimo posible. No obstante ello, los atentados siguen perpetrándose
desde entonces, en sitios de gran concurrencias, en mercados por ejemplo o en
sitios estratégicos del poder, séase sedes de ministerios, o incluso un ataque
en plena zona verde a una zona de embajadas, donde estalló un coche bomba,
demostrando una brecha de seguridad mayor. El día de ayer el gobierno iraquí
clausuró a diez canales de televisión en el país, dentro de los principales
Al-Jazeera, canal con sede en Doha, Qatar, al acusarles de promover la violencia
en sus emisiones. Dejaron de emitir desde ayer, por, y serán excluidas de toda
cobertura en el futuro, con posibles penas legales en caso de infracción.
El pasado 22 de abril un grupo de
manifestantes fue agredido por fuerzas del orden en Hawiya, cerca de Kirkuk,
dando lugar, según diversas fuentes, de 50 muertos entre los primeros. De
inmediato se dieron casos similares en Mosul, en el norte del país, de mayoría
kurda, comunidad que está marginalizada del mismo modo del poder, como los
suníes, que representan la mayoría de los creyentes musulmanes iraquíes.Este es el triste resultado de
diez años de cambio de régimen, patrocinado por EE.UU. y sus aliados más leales
en 2003. La realidad política de entonces, en retrospectiva parece a ojo de más
de un iraquí mucho más positiva, si se compara con la tensión existente ahora.
En efecto Saddam Hussein, de credo suní, no fijo en ningún momento la religión o
rama de la misma, como referente, ni la pertenencia étnica, sino la lealtad al
régimen y a su persona. Por eso que estas diferencias, que ahora parecen
aglutinar y dividir la sociedad iraquí, no eran determinantes, y no tenían de
lejos el protagonismo que tienen hoy. Desde entonces, con el cambio de la
constitución, se formalizó la repartición de credo y étnica
constitucionalmente, abriendo la posibilidad a la politización de las mismas.
En la práctica Al-Maliki se rodeó de gente de su mismo origen y credo, excluyendo
con el tiempo a todo aquel perteneciente a musulmanes suníes o a kurdos.
Una vez más se ve que la política
de empoderar a las minorías en un país por invadir rara vez tiene el resultado
buscado. Los chiís tanto tiempo marginalizados, ahora vez el momento de la
revancha con su eterno rival, ahora puesto en minoría fáctica. La claudicación
de todo referente común del ciudadano iraquí frente a la ley y las
oportunidades, muestra que el resentimiento colectivo que antes era defensivo
en clima de minoría, se puede convertir
en opresivo una vez que se le dieran los recursos necesarios para estar en la
cúspide del poder. Una vez sin el director de orquestra presente, la gestión se
puede convertir rápidamente en caótica, cuando la coherencia se pierda de a
poco. Llegar al grado de condenar al propio vicepresidente a muerte, da fe que
la mayoría de las cortesías mínimas de convivencia política se han perdido por
completo desde la esfera política. Desde la calle, se ve tantito peor, como los
muertos de hoy justifican la matanzas de mañana, donde la espiral de la muerte
se retroalimenta, en la medida que ambos bandos vengan la muerte de unos de los
suyos, por otra nueva. Donde el sentido común se pierde a tal grado, ni los
líderes religiosos son capaces de devolver el orden a sus creyentes.
Las fuerzas del orden puestas a
la orden del gobierno de turno, pero cuando es un momento tan polarizado,
parece por momentos difícil hacer no asociar el ala chií con el gobierno mismo,
y de sus representantes. Los suníes pueden hacer diferencia en el país, y
pueden reducir la operatividad del país y de su capital al mínimo, mientras que
Nuri Al-Maliki se atrinchera dentro de la zona verde, única zona algo más segura,
desde donde se encuentras las principales instituciones y embajadas. Sin embargo la
situación se le está escapando de las manos, y la ola se prolonga, desde hoy
mismo que no fue excepción, con al menos 23 muertes por un atentado en lo que
va el día en Bagdad y en otras localidades.
Esto en sí no constituye más una
novedad, pero más bien la confirmación de que el proyecto de Nation Building no tiene ni razón ni
perspectiva. El hecho de entrar en países empoderando a una u otra minoría política
o étnica o de algún tipo, puede ser efectivo para derrocar al gobernante de
turno, pero en ningún modo garantiza que los nuevos administradores, una vez la
tarea terminada, no resulten iguales o peores, una vez al mando central. Al
final el resultado es mixto a mediocre, pues no resuelve en muchos casos nada,
pero es capaz de hundir un país en un círculo vicioso de violencia y tensión,
como también en lo práctico una ingobernabilidad perpetua. Tómese casos, más o
menos recientes, Libia en 2011-2012, Somalia en 1991, Mali en 2013 etc. Irak es
hoy el fiel testigo, de que los que pagan la factura, en las invasiones, no son
los beligerantes o agresores, sino la población que pervive al conflicto,
padeciendo gratuitamente, las consecuencias de unas políticas, donde nunca tuvieron
nada que ver, pero la cuenta que pagar.
Si lo que EE.UU. quería era petróleo barato a
gogo, logró que donde antes fluyera pese a embargos y sabotajes, ahora no sea
más que el 10% de la producción pre-invasión, y probablemente no consiguieron
los beneficios esperados. Después de 10 años, la realidad iraquí ha empeorado
dramáticamente, y parece que todos los ingredientes están listos para un
conflicto, vecino a Siria, capaz de ampliar la política de desestabilización
general en la zona. De ser así, somos una vez más testigos de cómo la política
de EE.UU. en Medio Oriente se lleva
desde algunas décadas ya, divide y vencerás.
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