miércoles, 6 de abril de 2011

La guerra civil en Costa de Marfil o la injerencia humanitaria de Francia en su máximo esplendor

El asalto sobre Abidjan por parte de las fuerzas nuevas de Alassane Ouattara, que se inició desde las ciudades fronterizas, y que en pocos días tomó la capital política Yamassoukro hasta llegar a las puertas de la capital económica del país, la ciudad portuaria de Abiyán. El escenario marfileño estancado desde el 28 de noviembre 2010, después de unas elecciones controvertidas con dos presidentes finalmente se ha decantado simple y llanamente por una guerra civil intervenida por Francia.

Francia mantiene desde 2004 una base militar en la ex-colonia en la base de Port-Bouët, fuerte de unos 1650 soldados, más aviación, en el marco siempre de las naciones unidas, que intervinieron en durante la guerra civil de 2004 a 2007. El 30 de marzo el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas votó la resolución nr 1975, que estipula la salida inmediata del presidente "saliente" de Costa de Marfil, Laurent Gbagbo, así como la neutralización de su armamento pesado, que es "empleado" contra la población civil. Autoriza a la ONUCI a intervenir si necesario con la fuerza de los cascos azules para llegar a ese fin. También dice que es prioritario proteger la población civil en todo caso.

Es con esa justificación que el presidente galo Nicolas Sarkozy declaró hace dos días haber recibido el pedido explícito del secretario general de las Naciones Unidas, para intervenir junto a las fuerzas de la ONUCI para derrocar al presidente rebelde a la comunidad internacional. De inmediato se movilizó a las fuerzas de licorne (unicornio en francés), basadas en Port-Bouët de iniciar una ofensiva junto a las fuerzas de Ouattara en la ciudad de Abidjan, alrededor de los bastiones pro-gbagbo en la cercanía del palacio presidencial y la colonia de Plateau. El fervor con el que las Fuerzas Nuevas de Ouattara llegaban a Abidjan hace unos días pensando que sería un mero paseo tomar la capital se ha demostrado erróneo. Los bastiones leales a Gbagbo han resistido ferozmente tanto a las fuerzas nuevas, a las incursiones desde los helicópteros de la ONUCI y de las fuerzas francesas de la Licorne, y el paradero del presidente "saliente" sigue siendo un enigma. Algunos analistas, apresurados en el triunfalismo de Ouattara habían dicho de forma especulativa que Gbabgo estaría en camino un exilio en Sudáfrica. La prensa francesa que da "por hecho" que es una cuestión de tiempo para Ouattara de entrar en el palacio presidencial y tomar las riendas del país, es categórica en la legitimidad de la intervención francesa en Costa de Marfil, dado que no es "unilateral", pues esta avalada por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Este es el segundo frente abierto por Sarkozy en este año 2011 en el continente africano. Después de estrenarse en Libia, el presidente francés se vió en la "necesidad" de ayudar a su futuro homólogo marfileño, que pese a tener desde noviembre el reconocimiento tácito de la "comunidad internacional", sigue en la búsqueda de ejercer esta autoridad de forma efectiva en su país. Después de meses de estar recluido en el hotel del Golfo de dicha ciudad, ahora dice tomar el poder por las armas. Estas armas, que en gran medida son proporcionadas por Francia, además que su principal apoyo diplomático son sus "representantes en el exterior", ante Francia, y ante las Naciones Unidas. Otra ayuda importantísima son los medios de comunicación occidentales, que regularmente emiten noticias proselitistas a favor del "presidente electo y reconocido por la comunidad internacional", pero en el terreno no efectivo.

Sin embargo falta un factor fundamental para entender la extensión de este problema. La ex-colonia francesa cuenta en la actualidad con 12 000 ciudadanos franceses residentes en el país. Estos no han partido del ahí pese a que la escalación de la violencia llegaba a Abidjan. De estos franceses se puede decir lo siguiente: son por lo general personas dedicadas a sectores financieros, económicos y políticos, que son esenciales en el funcionamiento del país. En el pasado fue uno de los primeros productores de cocoa en el mundo, esencialmente en manos de capital extranjero. Por ende, nacionales franceses, con capital francés son el pretexto perfecto para Sarkozy para intervenir. La protección de estos civiles extranjeros se vuelve la excusa para meter soldados de la Licorne en las calles de Abidjan para evitar saqueos "de gente del campo de Gbabgo". También deben asistir a todo ciudadano francés que pudiese estar en peligro en prioridad clara sobre un marfileño común. Gran parte de los galos en Costa de Marfil se han puesto en seguridad en la zona de Port-Bouët, muy cercana al aeropuerto de la ciudad. El aeropuerto internacional de paso ha sido tomado por las fuerzas francesas, que estaban sacando a los que decidieran de forma personal abandonar el país por vía aérea a Lomé, Togo o Dakar, Senegal. Es evidente que el interés de los civiles franceses es prioritario y se puede volver el instrumento perfecto, cuando en el fondo la resolución 1075 habla de civiles, sin distinción alguna, sean marfileños o africanos de otro país tercero, y ciertamente no afecta solamente a los franceses residentes.

El bombardeo nocturno del barrio presidencial y de zonas adyacentes no ha podido derrotar la resistencia del campo de Gbagbo, por más aislado que pudiese estar en la actualidad en su búnker presidencial. Sus portavoces han intentado en varias ocasiones llegar a negociaciones, pero sin conseguir resultado alguno. Cuando en el pasado era el mismo Gbabgo que rechazaba las ofertas de negociación tanto de Ouattara como de diferentes líderes de países africanos, esta vez es Outtara quien se muestra inflexible. Al parecer nadie le interesa en el fondo parar las armas, que enfrentan ahora mismo la población civil, tan mencionada por la resolución 1975. Esta doctrina "Sarkozy" ha sacado una vez más su fruto. El método siendo extremadamente simple. Dada la posición privilegiada de Francia como miembro permanente del Consejo de Seguridad, saca cuando es necesario una resolución x ó y, que en términos bastante ambigüos autoriza una intervención en un país, sea este de la influencia antiguamente francesa, o no. Después solo falta tener un "aliado local" que represente los intereses franceses frente a otro que es con toda evidencia el "mal en persona" que hay que derrocar. De esta forma se ha interinado en un nuevo frente, que no responde a las aspiraciones idealmente propuestas, que por efecto de osmósis, el enemigo se desvanece del panorama, para que el representante pro-occidental de turno tome el asiento del poder con el aval de París. Esto ha fallado en Libia, ahora esta chocando con la realidad en Costa de Marfil. Cuanto más conciudadanos franceses haya in situ, la situación es aún mejor, porque no hay mejor pretexto, que la protección de estos mismos, cuando en realidad el enfrentamiento pone en peligro toda la población civil, que se quiere proteger en teoría.

Gbagbo no ha dado su última palabra, aunque sus posibilidades sean reducidas en la situación actual. Su potencial de resistencia es mucho más grande que lo que probablemente calcularon las Fuerzas Nuevas de Ouattara, poco preparadas para esta guerra urbana. El objetivo que parecía a la mano, no lo es ni lejanamente. Los focos de voluntarios pro-Gbagbo conviven con los partidarios de Ouattara. Todos están recluidos en sus casas, esperando la resolución del conflicto, sea cual fuera su salida. La crisis institucional está claramente afectando la economía nacional y el clivaje de la sociedad y el pueblo marfileño entre dos campos opuestos desde noviembre 2010 deja sus marcas.

Una vez más la injerencia humanitaria deja entrever toda su contradicción inherente. Si se puede justificar cualquier injerencia, sea por las razónes humanitarias más graves, esto abre la puerta a todo tipo de abusos y extrapolaciones de los términos originalmente estipulados. Además que la natural tendencia de fortalecer al contrincante, al darle razones a sus partidarios de seguirle por razones de defensa nacional, patriotismo, o antiimperialismo, incluso si ese régimen había sido desacreditado por dentro antes de la intervención. No existe intervención que no haya abutido en una guerra civil internacionalizada, con más muertes, y con una salida mucho más difícil del conflicto que en un inicio. Francia se está manchando su imagen en el mundo con el paso de la presidencia de Sarkozy. Si es que llega mínimamente fortalecido al final de su mandato en 2o12, la diplomacia francesa no saldrá ilesa del paso de Sarkozy, innombrables crisis han pasado, desde el celebre discurso de Dakar en 2007 nada más ungido presidente de la república, pasando por Ingrid Betancourt y por la crisis con México acerca de Florence Cassez.

La crisis de Costa de Marfil pasará por momentos cruciales, sea la salida una derrota más o menos honrosa para el presidente "saliente" Laurent Gbagbo, o todo el contrario, una lucha fratricida entre marfileños metidos en una guerra civil creada desde el extranjero, calle por calle, casa por casa, hasta que uno u otro se rinda y cede el lugar. Hasta que nada de eso suceda la "comunidad internacional" será testigo de una masacre a sangre fría televisada y comentada en todo detalle por los corresponsales in situ, para los lectores y oyentes del mundo. Al final en todo esto, los menos consultados, y los más afectados, terminan siendo el pueblo marfileño mismo.

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