jueves, 31 de marzo de 2011

La conferencia de Londres o la defección del minstro de relaciones exteriores Moussa Koussa al coronel Ghadafi

Un día más que pasa de la operación internacional en Libia. En el frente como en la escena internacional los acontecimientos se prosiguen, a diferentes ritmos y cadencias, mientras que la "comunidad internacional" se sigue dividiendo en cuestiones esenciales de la intervención internacional llevada a cabo desde el 17-18 de marzo pasado.

En el frente en primer lugar hasta hace dos días la contraofensiva rebelde estaba avanzando sobre las ciudades costeras una vez más, Brega, Ras Lanuf, hasta llegar a Sirte. En Sirte el frente se detuvo ante una resistencia del ejército libio, y desde entonces ha vuelto a una retirada sistemática para el oeste, desde en sentido inverso de la progresión anterior. En la actualidad el ejército libio ha recuperado el control del puerto de Ras Lanuf, incluso de Brega. Por ello el supuesto acuerdo con Qatar para la explotación petrolera bajo control rebelde se ha anulado por la pérdida del control sobre la costa de la Cirenáica. Lejos de vencer a las fuerzas leales al coronel Ghadafi, los rebeldes demuestran en sus acciones una inexperiencia militar sin igual, con combatientes que carecen de toda formación en el terreno, como de experiencia de armas de fuego. El estado del ejército libio tampoco está en una situación óptima, pero su disciplina y formación le dan una ventaja fundamental, más allá de toda carencia material o logística.

Por el lado de la diplomacia, otro juego se está dando. La conferencia de Londres se produjo en un escenario casi predeterminado. Los 40 países ahí presentes estaban de acuerdo en pocos puntos, que consistían en una intransigencia frente al coronel libio y a su régimen, y en el apoyo incondicional al Consejo Transitorio Libio (CNT) en su lucha por la liberación. Siempre remarcando el carácter necesariamente libio y soberano que debe de proceder al "inevitable" derrocamiento del régimen del coronel Ghadafi. El cambio circunstancial en pleno proceso del CNT en plena retirada ponía en evidencia que los apoyos exteriores, tanto como los bombardeos sistemáticos contra el régimen no eran suficientes para apoyar a la resistencia, con toda evidencia superada en el campo de batalla e incapaz de revertir por si misma la tendencia de la guerra. Se rechazó la oferta de alto a la guerra y la secretaria de estado de EE.UU. Hillary Clinton reiteró que se "respeté la resolución 1973 por parte de Ghadafi". De hecho los llamamientos por obtener no sólo más armamento del exterior, como una intensificación de los bombardeos eran demandas reiteradas de combatientes y representantes del CNT ante la "comunidad internacional" involucrada en la intervención internacional.

Un evento muy remarcando por la prensa internacional fue la defección del ministro de relaciones exteriores libio, Moussa Koussa, quien llegando en suelo británico presentó su dimisión formal ante la prensa, y pidió el asilo político. Esta deserción más, que debilita el ala internacional del régimen de Trípoli se ha querido intensificar, y de paso deslegitimizar un poco más al coronel. El aislamiento creciente en la escena internacional es una evidencia inconturnable. La ONU ha recortado la representación de Libia, a un representante diplomático nicaragüense, Miguel D´Escoto, quien es único portavoz del pueblo libio ante el organismo supranacional, al ser rechazado el representante libio propuesto por Ghadafi, por no obtener visado estadounidense. Desde el reconocimiento oficial de Francia del CNT todos los emisarios de Ghadafi han sido sistemáticamente rechazados, como todas las propuestas de cese-el-fuego para entamar una negociación. El fin de la comunidad internacional consiste en derrocar sin condiciones ni concesiones al coronel, siempre en nombre de la resolución 1973, pretexto muy elástico para toda interpretación circunstancial.

Sin embargo hay voces disidentes en esta "comunidad", como la voz de Bélgica, que no está de acuerdo en armar los rebeldes, para así otorgarle la posibilidad de la victoria rebelde, al considerar que sobrepasa la resolución en cuestión. Francia, Reino Unido y EE.UU. si son muy favorables a ello, viendo la impotencia de sus potenciales aliados y futuros dirigentes de la nación libia, en el caso de su victoria sobre Ghadafi. La evidente frustración que produce su reciente retroceso, incluso ha llevado al presidente Obama a autorizar las operaciones de la CIA en territorio libio de forma oficial, con el fin de facilitar las operaciones de aire, concentradas en la zona de Trípoli y en sus alrededores. Más allá de todo apoyo exterior que parece incondicional, la debilidad del CNT y de sus combatientes es su falta de experiencia como de armamento. Su absoluta dependencia de armamento desde el exterior, y su carencia de estrategias militares más elaboradas, que no sean la mera pretensión de avanzar sin más sobre la costa hasta Trípoli, y pretender que los ataques aéreos harán el resto para facilitar su avance, es uno de los puntos débiles más visibles.

La cuestión humanitaria en sí es la parte menos mencionada en todo este acontecimiento. La isla italiana de Lampedusa, muy cercana de Túnez y Libia, es hoy mismo el sitio de arribo de embarcaciones de refugiados de la guerra libia. Miles de libios han venido a engrosar a los ya presentes tunecinos de la crisis hasta la caída de Ben Ali y luego Ganouchi. Con unas capacidades bastante limitadas, a alrededor de 800 individuos, para el alojamiento de estos refugiados, la saturación ha llegado a límites tales, que incluso el presidente del consejo italiano, Silvio Berlusconi ha visitado la isla, prometiendo una solución rápida a la crisis humanitaria ahí presente. Italia como receptora exclusiva, al lado de Grecia quizás, de esa masa de personas que huyen del conflicto, y la pasividad de la "comunidad internacional" para ayudarle a recibir y darle las condiciones mínimas de vida mientras que se resuelven los casos de asilo político o repatriación, según el caso. Esta faceta parece ser la menos interesante en ojos de Londres, París o Washington, que sueñan con ver el día amanecer, donde no haya más Ghadafi, y que puedan disponer de forma óptima y con el menor grado de limitaciones de los recursos libios de hidrocarburos.

En definitiva existe una falta de perspectiva global del conflicto, una reducción falaciosa de los partidos involucrados en la guerra civil, con toda evidencia provocada desde el exterior, como lo relevan cada vez más estudios e investigaciones de los servicios secretos italianos, franceses o estadounidenses. Con esto se podrá poner en duda toda lucha contra los regímenes en el Próximo Oriente. Nada ni nadie sabrá con certeza si se trata de una trama internacional para derrocar un régimen incómodo, o realmente es una demanda popular legítima contra un poder que está usurpando su mandato legítimo. Esto se puede extrapolar entre otro a Yemen o Siria, donde hay en la actualidad fuertes movimientos de contestación popular.

Se ha instrumentalizado la revolución desde occidente. Se ha querido hacer la fórmula mágica para hacerse con el poder en donde sea, con la instalación de "oposiciones a control remoto", que responden en toda la línea con las necesidades del Reino Unido o de EE.UU. La "primavera árabe" ha sido traicionada, adulterada, y esto afectará necesariamente todo país que ahora o en un futuro se vea metido en este tipo de convulsiones. Ojalá que los pueblos árabes sean tan sabios para no caer en la tentación de verse vendidos por voluntades occidentales, que primero los apoyan para después absorberlos e instrumentalizarlos. Ghadafi no caerá por un CNT títere de occidente, ni por los ataques aéreos de la "comunidad internacional", si lo hará en el momento que su oposición se gane la legitimidad popular capaz de cuestionarlo en la raíz de la legitimidad popular hacía dentro. Solo el pueblo libio, soberano e independiente sabrá eligir su mejor forma de gobierno.

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