lunes, 1 de marzo de 2010

La muerte de un disidente cubano o el debate sobre el uso de la huelga de hambre

Hace pocos días volvieron los mensajes de condena hacia Cuba por casi todos los medios occidentales. La disidencia se despedía de uno de sus protagonistas y lo convertía en mártir. Orlando Zapata Tamayo muere tras 86 días de huelga de hambre. Las damas de blanco inmediatamente se pusieron en actividad y no escatimaron palabras de condena contra el régimen de Raúl Castro. El gobierno de turno de la Unión Europea encabezado por Jose Luis Rodríguez Zapataro emitió la esperada condena internacional en nombre de la comunidad internacional en pos de la liberación de los presos de consciencia en Cuba, con la pretendida amenaza de paralizar las iniciativas de normalización de las relaciones diplomáticas Cuba-UE.

La denominada Primavera Negra del 2003 en Cuba sigue siendo un precedente para la disidencia, cuando el entonces aún Comandante en Jefe Fidel Castro mando arrestar a 75 personas por aparente traición al estado. Estas 75 personas desde ese año constituyen la mayor demanda en cuanto a la cuestión de los derechos humanos en la isla. Sin embargo no todo es lo que parece, pues nada es más difícil de discernir como las complicadas relaciones de coexistencia de la disidencia con el régimen revolucionario. Si lo cierto es que había realmente una trama contra la revolución, pues estas no son novedad en absoluto, estos arrestos "preventivos" no son nada diferente de lo que ejerce cualquier estado en cuanto al cumplimiento del orden público, independientemente de su naturaleza o representatividad.

En España los operativos contra la ETA no son nunca más que "éxitos" que engrosan la agenda antiterrorista del gobierno y en nada quiebran el orden constitucional. Otra cosa opinarán los sectores abertzale o cualquier vasco favorable a una hipotética consulta ciudadana por los derechos del pueblo vasco. Es más, el ex-lehendakari Ibaretxe vió pasar ocho años sin ver a su pueblo votar en otras urnas que las contempladas en la imperfecta constitución del 1978. No obstante nada de esto parece molestar a casi nadie, lo que si hace resonancia por encima de todo es la muerte de un preso cubano.

En la medida en que las relaciones diplomáticas de La Habana se han visto normalizadas en el ámbito latinoamericano, con el restablecimiento de su embajada en El Salvador después de la asunción al poder de Mauricio Fúnes. También se establecieron protocolos muy constructivos con México con unas visitas bilaterales entre el ministro de relaciones exteriores Bruno Rodríguez de Cuba y Patricia Espinosa de México. Este semestre de presidencia española fue sin duda una esperanza para dejar de lado toda diferencia entre España y Cuba, y por extensión una revisión de la posición común desde el 2003 en cuanto a los veintisiete. Esto se ha visto empantanado con la muerte de Zapata Tamayo. La permanente demanda de democratización, que resurgió en la boca de la Secretaria de Estado de EE.UU. es una provocación subliminal contra el gobierno revolucionario. Según esta postura Cuba no sería considerada democrática, en la medida en que no hay opciones fuera del sistema establecido después de la entrada en la capital por los barbudos en 1959. Se necesitaría poder elegir entre la opción del Partido Comunista y de una cierta oposición que busca abrir la isla al capitalismo, sistema que fue abandonado después del triunfo de la revolución hace más de medio siglo.

Habría que preguntarse como observador, a donde se dirige esta condena si en realidad la muerte de Tamayo no fue más que las consecuencias de sus decisiones personales, independientes de toda implicación directa del estado cubano, al menos hasta donde va su voluntad personal de prescindir de alimento de forma prolongada. No obstante según la postura tomada por parte del régimen, en el ya muy leído artículo "¿Para quién la muerte es útil?" de Enrique Ubieta Gómez, queda sobreentendido hasta que grado el gobierno cubano no fue responsable directamente de la muerte del prisionero, tanto que el pretendido carácter político, no fue tal sino llanamente un preso por delito común. Ante la ola de indignación internacional y con una disidencia que se ve momentaneamente fortalecida, otros presos han a su vez iniciado huelgas de hambre en solidaridad. Estas sin embargo fueron todas abortadas, con excepción de la del periodísta Guillermo Fariñas, quien obstina en continuarla. Por ende y a ciencia cierta esta situación pone en evidencia tanto la hipocrecía de occidente hacia Cuba, la que se quedó "fosilizada" en la guerra fría, cuando el resto del mundo dió un "salto" hacia el progreso pos-Berlin. Cuba sigue por ende "atrazada" históricamente, siendo el bastión a parte de Norcorea de lo que queda del bloque soviético. También ha sabido mantener una cierta coherencia interna, pese a que la caída de la URSS le supuso un enorme lastre económico y político. El que critica Cuba tiene por ende que comprender la situación sui generi de la isla.

La teoría política dice un estado constituido puede y debe tomar en sus manos el monopolio de violencia, por ende tiende a su vez a la conservación y restauración de dicho orden. En el caso de Cuba, sobre todo en la primavera de 2003 se tomaron medidas drásticas, pero tanto como lo fue el primer ministro turco Erdogan hace unos días, que socavó un intento de autogolpe propiciado por el ejército. El mandar arrestar a toda la cúpula militar turca no supone en este caso ningún problema político ni saca ronchas a nadie. Tampoco la política interior hacia la población kurda o el problema sin resolver con Chipre. Pero siendo Turquía la valoración parece ser otra que en el caso de Cuba.

La huelga de hambre en definitiva es una decisión personal que puede suponer la muerte de su iniciador, y eso es en definitiva la intención. La del poder personal, y en ciertos casos colectivo de un individuo, que al poner en riesgo su salud y existencia pone en evidencia o un problema personal o colectivo, y en caso de morir ciertamente supone una corresponsabilidad por parte del estado. En cambio habría que matizar que en el caso como lo sostiene Ubieta Gómez, el estado cubano asistió en todo momento al preso, y su muerte no sería ni representativa ni acarrearía responsabilidad del estado, cuando este puso a disposición del preso lo necesario para su supervivencia. Sin duda alguna el peso político del individuo en cuestión no es representativo ni tiene el valor atribuido desde el exterior como para darle ese protagonismo.

En definitiva no es la misma valoración que se le hace a un mismo acto en un sitio como en otro. No es lo mismo ser reprimido políticamente en la Unión Europea que en Cuba o en Venezuela. Tanto es así para los medios occcidentales, que por un lado cuando de Juana Chaos hizo su huelga el estado accedió, pero a regañadientes. Sin embargo España condena toda apología al terrorismo relacionado con la ETA. Al igual que por ejemplo en Alemania esta prohibida toda puesta en duda del holocausto, con posible pena, de quien la reniegue. Todo estado tiene sus enemigos políticos y naturalmente se blindaría contra ellos. Otra cosa es que para uno la política del otro puede resultar tan condenable, como a la inversa.

El recrudecimiento de la condena internacional contra Cuba, que solo ha visto por lo pronto un gran detractor mediante el presidente de Brasil, Lula da Silva, quien se negó a criticar de la misma forma que el resto de la "comunidad internacional" al gobierno de La Habana, ya pronto parece un disco rayado. Su argumento parece repetirse, a la vez que las medidas premeditadas por parte de EE.UU. de ver en cada crisis la posible caída del régimen, queriendo porfín aplicar un fukuyanismo en su patio trasero. Sin embargo Fukuyama va a esperar a su confirmación o refutación un tiempo más. Cuba no está más sola, tiene sólidos aliados, y en la conyunctura actual tiene problemas conyuncturales, al igual que todos los países industrializados o los que están en la vía de desarrollo.

Esta permitido en todo contexto y entorno criticar o condenar. No esta sin embargo justificado basarse de forma interesada en datos parciales. Datos como los que maneja Amnesti Internacional. Este organismo internacional suele condenar con mucho ímpetu a Cuba, Venezuela, Irán, etc. Sin embargo pocas veces le mete el dedo en la llaga a Occidente. Mientra que eso siga siendo vigente, su credibilidad siempre podrá ser contestada.

El que quiera ver en este caso el comienzo del final del régimen "dictatorial" de los hermanos Castro, tendrá que esperar algo más. El que quiera ver en el descalabro cubano la realización de las predicción pos-Berlin de Fukuyama y la homogeneización del neoliberalismo como el fin de la historia, le recomiendo que revise sus posturas.


Patria socialismo o muerte
Hasta la victoria siempre

Venceremos.

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