jueves, 6 de noviembre de 2008

El cambio de Obama o la incertidumbre ante la nueva administración

Ocho años nefastos han concluido, con los hechos ya sabidos por la inmensa mayoría de la gente. Los dos mandatos de Bush han sido para algunos analistas de EE.UU. los peores de los que se tenga memoria. El país legalizó la tortura e inició unas guerras que hasta la fecha siguen estancadas sin una salida viable de las tropas de ocupación. Afganistán e Iraq han demostrado el grado de perversión que pueden llegar los halcones republicanos con tal de siguar dándole cuerda a la industria militar estadounidense. Poco les preocupaba encontrar una salida digna del conflicto a corto plazo. Por ello es un gran valor presentarse en unas elecciones que de entrada daban un aire de cambio, por la misma imposibilidad de Bush a presentarse a un tercer mandato.

Barack Obama se fue imponiendo a la jerarquía de los demócratas, donde la fabvorita era Hillary Clinton. Ahora que ha sido el vencedor de los comicios, y con el hecho que los democratas han conseguido imponerse entre otros con una serie de nuevos gobernadores en estados tradicionalmente republicanos, y con una mayoría en ambas cámaras legislativas, está la gran duda. ¿Cómo piensa proceder el presidente electo? En México ya nos han querido vender la idea del gobierno del cambio, cuando Vicente Fox ganó la presidencia. No será necesario recalcar el hecho que ese cambio fue ante todo estético.

Con Obama su cambio es algo ambiguo. "A change we can believe in." Está muy bien creer, pero ahora lo que toca es actuar. Tiene hasta el 20 de enero para conformar un gabinete con el que gobernará los siguientes cuatro años. Las especulaciones y los rumores en los medios estadunidenses abundan, mientras que es aún demasiado temprano para poder determinar nada. Está claro que la euforia por parte del pueblo estadounidense es muy grande, como no puede ser de otra forma. Con la popularidad más baja del presidente saliente, cualquier otro candidato que mostrara la voluntad de querer cambiar las cosas, tendría esa popularidad que goza actualmente.

Entre las promesas electorales hechas en los dos años que lleva promocionando su candidatura, Obama ha dicho hasta los más utópico. Salir honradamente de Iraq, volver a la legalidad en particular en el caso de Guantánamo, volver al multilateralismo, y ante todo devolverle al país una imagen más amable y menos agresiva, de la que se ha ganado el presidente Bush en ocho años. Los estragos son grandes en la arena internacional. El sentimiento antiestadounidense es omnipresente, al grado que actualmente dos países han roto abiertamente las relaciones diplomáticas con Washington, Bolivia y Venezuela, además de Cuba que las ha roto hace medio siglo casi. La confrontación con gobiernos progresístas ha llevado a que se expulsen Agencias estadounidenses de Bolivia, y que la fama de los servicios secretos, encubiertos en diferentes agencias o en las embajadas respectivas en cada país, recuerden mucho a la época del plan condor. Nadie va a negar por lo pronto la abierta intromición en asuntos internos bolivianos por parte de agentes al servicio de EE.UU. para derrocar al presidente aymara.

La duda persiste de cual va a ser la estrategia de Obama en América latina. Muchos mandatarios latinoamericanos ya han dado la señal de querer llegar a un nuevo acercamiento con la nueva administración de la Casa Blanca. En estos tiempos de crisis financiera y de decadencia del neoliberalismo, Obama tiene que defender naturalmente los intereses en la región, los cuales no son pocos, y están fuertemente en peligro. Ante la situación tan temprana, sin un gabinete establecido no hay aún forma de ver tendencias, aunque lo que se sabe es que el Vicepresidente Biden es de la vieja escuela demócrata y que ha estado metido en asuntos de relaciones exteriores del Congreso, por ende artífice de la administración Clinton. Esto quizás ya puede dar una pauta de que el dichoso cambio tiene que mattizarse desde la perspectiva latinoamericana. Dificilmente podría darle un giro tan fuerte a los intereses estadounidenses, sin arriesgarse a chocar con los neocons, con el complejo militar-industrial, y con los intereses de grandes corporaciones que en cierta forma son la espina dorsal del tan mencionado imperialismo yanqui. Si llegara a tocar estos puntos sensibles, cualquier cosa es posible. Clinton fue obligado a dimitir en circunstancias que rozaban lo ridiculo con el caso Lewinski.

Un gobierno que se quiere dar un aire de cambios, tiene que rendir cuentas a sus simpatizantes. Con la mobilización que se vió con Obama, si llegará a distanciarse de lo prometido, podría perder muy rapidamente la popularidad que se ganó en la contienda electoral. Pero primero habrá que ver y esperar quienes son los colaboradores de la nueva administración y sus actuaciones, y esto se hará a partir del 20 de enero de 2009. Hasta entonces a aguantarse el agonizante último mes del mandato de la administración de Bush, y sobre todo la Conferencia de Washington del 15 de noviembre, donde se supone que van a salir los lineamientos del nuevo capitalismo más adaptado a los nuevos tiempos. Así es que habrá que esperar hasta finales de enero para ver que se esconde detrás del gran cambio, o de la gran mentira en dado caso que nos ha reservado Barack Obama.

Yes we can.......

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