El domingo pasado 4 de agosto de 2013 el presidente clérigo iraní
Hassan Rohani juramentó como presidente
para los próximos 4 años. Este evento celebrado en el parlamento iraní en la
capital Teherán, fue visitado por 53 delegaciones internacionales, entre las
que figuran el presidente de Kazajstán, Nursultan Nazarbayev, de Afganistán,
Hamid Karzai, de Tayikistán, Emomali Rhamon, de Pakistán, Asif Ali Zardari, y
de Líbano Michel Suleiman entre otros, además de Javier Solana, en calidad de
antiguo jefe de la diplomacia de la Unión Europea. Con esto se cierran los dos
mandatos del ahora ex presidente Mahmoud Ahmadinejad (2005-2013), quien en el
pasado creó gran controversia a nivel internacional, además de ser criticado
por una mala gestión económica durante su mandato. El peso de las sanciones
internacionales sobre el país afecta en gran medida en su desempeño económico,
pues la inflación parece ser importante, como también la presencia de un mercado negro de divisa extranjera
bastante desarrollada. Las entradas de divisa por el petróleo se han reducido
significativamente. La llegada de la administración de Rohani crea además una
oportunidad para un nuevo diálogo con las potencias occidentales, al menos esto
es lo que se puede entreleer en la prensa, donde que éste clérigo es considerado moderado, que sería el artífice de un cambio en la forma de gobierno
en la República Islámica de Irán.
Al menos un invitado se tuvo que ausentar, por razones de
fuerza mayor. El presidente de Sudán, Omar Al-Bashir, quien a su vez se dirigía
a la capital persa, vio su viaje frustrado, al serle denegado el acceso al
espacio aéreo saudí. Tuvo que darse media vuelta y volver a Jartum, capital
sudanesa. Este procedimiento, el cual recuerda de algún modo a la suerte del
avión presidencial de Evo Morales, ahora parece repetirse, afectando en este
caso al mandatario sudanés. La problemática siendo que éste fue acusado in absentia de genocidio y
crímenes de lesa humanidad por parte de la Corte Penal Internacional (CPI) de la Haya en 2008, por lo que sus
traslados internacionales se han visto reducido a pocos países aliados. La
cercanía relativa que existe entre Jartum y Teherán es evidente, en un juego
geopolítico, donde Arabia saudita se enfrente históricamente a Irán. La visita
de un mandatario como Al-Bashir, quien en muchas partes del mundo sería un
prófugo de la justicia internacional, en el caso que éste sea adherente y signatario de la CPI. Este cierre aéreo ocurre a Al-Bashir en la misma tierra santa, que debería
de ser accesible a todo musulmán, sea cual sea su procedencia, y por lo tanto el
guardián de los santuarios más sagrados de la fe musulmana, está claramente
siendo parcial, y parece estar actuando en parte por presión exterior, regional
y extra regional.
El tema de Irán como tela de fondo también en sí crea
controversia, al menos desde algunos años, donde el tema del enriquecimiento de
uranio empobrecido por parte de Irán, con fines
pacíficos, no logra disipar las acusaciones, tal vez porque es usado
como una tapadera por parte de una parte de la comunidad internacional, quien
no encuentra satisfacción, de saber sí Irán tiene efectivamente o no la bomba
atómica. Mientras que la IAEA (International Atomic Energy Agency) en diversas
ocasiones ha asegurado, que el régimen cumple con sus obligaciones internacionales,
las sanciones económicas no han dejado de ser, es más, se han incrementado.
Tanto por parte de la Unión Europea, que ha congelado toda relación con el
banco central iraní, o las restricciones para conseguir insumos tecnológicos,
por las restricciones impuestas, lo cual afecta el remplazo de piezas claves en
la industria, y se convierte en un hándicap extra para la economía, ya
entorpecida de entrada. Las medidas implementadas por el gobierno de Ahmadinejad
intentaron minimizar las consecuencias de estas medidas exteriores, a la vez de
buscarse socios estratégicos en el mundo, lo cual fue un éxito relativo pues se
tejieron lazos con Venezuela, Rusia, Bolivia, y Brasil, lo cual balanceó la
situación en el plano internacional diplomático.
El nuevo presidente Hassan Rohani ya hizo conocer su
gabinete, que aún requiere ser ratificado por el
parlamento, donde figuraría el
diplomático Mohammed Javad Zarif como ministro de relaciones exteriores en el
caso de ser ratificado como tal. Su discurso inicial fue marcado por una
voluntad de acercamiento en igualdad con las demás cancillerías, sobre todo de
temas cruciales como el del enriquecimiento nuclear, o la imposición de sanciones
internacionales en contra de la nación asiática. En ese sentido dijo que trabajaría
para aliviar el país de estas barreras, que considera que son un lastre
importante sobre su economía. El volver a un clima de más diálogo y menos
amenaza, es el deseo. Sin embargo siempre estará la espinosa cuestión del Estrecho
de Ormuz, el cual al menos en una parte es soberanía iraní, y la otra omaní, y
que regularmente sale en la disputa como medida unilateral por parte de Teherán
para perjudicar el tráfico a través del cuello de botella, por donde pasan la
mayoría del petróleo mundial en camino a su puerto de destino. Además del
regular paso de los buques militares de
diversos pabellones, británicos, estadounidenses, en camino a su base en
Bahréin, donde tiene su sede la quinta flota de los EE.UU. bajo la protección
de este pequeño emirato en el golfo pérsico.
La nueva administración siempre es una posibilidad de nuevas
visiones y aproximaciones, lo cierto es que pese a que a una parte de la
comunidad internacional no lo convencen los presidentes de turno en Irán, al
considerar que la autoridad máxima reside en el líder, el ayatolá Alí Jamenei,
quien es el indicado para juramentar, y autorizar todas las acciones emprendidas
por el ejecutivo , por lo tanto el que gobierna de hecho. No obstante cada
administración en el pasado se ha visto por particularidades, las cuales
claramente no están en el poder del ayatolá, por lo que su carácter es ante
todo ceremonial y espiritual, mientras
el del presidente es claramente político.
Con este cambio se comienza a escribir un nuevo capítulo en
la historia reciente de irán, como actor regional importante. Pero también
marca el precedente árabe de Evo Morales, donde los países se arrogan derecho
de paso, o de lo contrario el derecho a denegárselo, en este caso a Omar
Al-Bashir, quien pese a encontrarse en un avión comercial de pabellón saudí,
goza de la inmunidad de un jefe de estado en tránsito en un país tercero, bajo
la figura de paso inocente. Contrario a esta ley, el gobierno de Riad demostró
su genuflexión frente a algunos países occidentales o EE.UU., al saber que desde su
posición geoestratégica, pueden hacer abortar el traslado del presidente
sudanés, y en algún modo lograr aislarlo. Este acto, que igual que el del presidente
boliviano, debe ser condenado como una flagrante violación a los convenios
internacionales vigentes relativos a la aviación, y al carácter oficial y
extraterritorial de un avión presidencial, sea de la nación que fuera.
Sin duda alguna este caso hará sus olas en el ámbito
internacional, una vez que reciba el apoyo regional, en el caso que Al-Bashi
sepa capitalizarlo con sutileza, para poner en tela de juicio al gobierno
saudí, el cual tendrá que responderle a Jartum con alguna explicación plausible.
En cuanto a Hassan Rohani, el nuevo contexto internacional que surge de este
cambio puede ser drásticamente diferente, al de los últimos dos mandatos, queda
por ver en qué medida la nueva administración logra desbloquear una situación
patente, donde hay más enemigos y aliados.
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