lunes, 5 de agosto de 2013

La toma de posesión de Hassan Rohani como presidente de Irán o el cerco aéreo al presidente Omar Al Bashir por parte de Arabia saudita

El domingo pasado 4 de agosto de 2013 el presidente clérigo iraní Hassan Rohani  juramentó como presidente para los próximos 4 años. Este evento celebrado en el parlamento iraní en la capital Teherán, fue visitado por 53 delegaciones internacionales, entre las que figuran el presidente de Kazajstán, Nursultan Nazarbayev, de Afganistán, Hamid Karzai, de Tayikistán, Emomali Rhamon, de Pakistán, Asif Ali Zardari, y de Líbano Michel Suleiman entre otros, además de Javier Solana, en calidad de antiguo jefe de la diplomacia de la Unión Europea. Con esto se cierran los dos mandatos del ahora ex presidente Mahmoud Ahmadinejad (2005-2013), quien en el pasado creó gran controversia a nivel internacional, además de ser criticado por una mala gestión económica durante su mandato. El peso de las sanciones internacionales sobre el país afecta en gran medida en su desempeño económico, pues la inflación parece ser importante, como también  la presencia de un mercado negro de divisa extranjera bastante desarrollada. Las entradas de divisa por el petróleo se han reducido significativamente. La llegada de la administración de Rohani crea además una oportunidad para un nuevo diálogo con las potencias occidentales, al menos esto es lo que se puede entreleer en la prensa, donde que éste clérigo  es considerado moderado, que sería el artífice de un cambio en la forma de gobierno en la República Islámica de Irán.

Al menos un invitado se tuvo que ausentar, por razones de fuerza mayor. El presidente de Sudán, Omar Al-Bashir, quien a su vez se dirigía a la capital persa, vio su viaje frustrado, al serle denegado el acceso al espacio aéreo saudí. Tuvo que darse media vuelta y volver a Jartum, capital sudanesa. Este procedimiento, el cual recuerda de algún modo a la suerte del avión presidencial de Evo Morales, ahora parece repetirse, afectando en este caso al mandatario sudanés. La problemática siendo que éste  fue acusado in absentia de genocidio y crímenes de lesa humanidad por parte de la Corte Penal Internacional  (CPI) de la Haya en 2008, por lo que sus traslados internacionales se han visto reducido a pocos países aliados. La cercanía relativa que existe entre Jartum y Teherán es evidente, en un juego geopolítico, donde Arabia saudita se enfrente históricamente a Irán. La visita de un mandatario como Al-Bashir, quien en muchas partes del mundo sería un prófugo de la justicia internacional, en el caso que  éste sea adherente y signatario de  la CPI. Este cierre aéreo ocurre a  Al-Bashir en la misma tierra santa, que debería de ser accesible a todo musulmán, sea  cual sea su procedencia, y por lo tanto el guardián de los santuarios más sagrados de la fe musulmana, está claramente siendo parcial, y parece estar actuando en parte por presión exterior, regional y extra regional.

El tema de Irán como tela de fondo también en sí crea controversia, al menos desde algunos años, donde el tema del enriquecimiento de uranio empobrecido por parte de Irán, con fines  pacíficos, no logra disipar las acusaciones, tal vez porque es usado como una tapadera por parte de una parte de la comunidad internacional, quien no encuentra satisfacción, de saber sí Irán tiene efectivamente o no la bomba atómica. Mientras que la IAEA (International Atomic Energy Agency) en diversas ocasiones ha asegurado, que el régimen cumple con sus obligaciones internacionales, las sanciones económicas no han dejado de ser, es más, se han incrementado. Tanto por parte de la Unión Europea, que ha congelado toda relación con el banco central iraní, o las restricciones para conseguir insumos tecnológicos, por las restricciones impuestas, lo cual afecta el remplazo de piezas claves en la industria, y se convierte en un hándicap extra para la economía, ya entorpecida de entrada. Las medidas implementadas por el gobierno de Ahmadinejad intentaron minimizar las consecuencias de estas medidas exteriores, a la vez de buscarse socios estratégicos en el mundo, lo cual fue un éxito relativo pues se tejieron lazos con Venezuela, Rusia, Bolivia, y Brasil, lo cual balanceó la situación en el plano internacional diplomático.

El nuevo presidente Hassan Rohani ya hizo conocer su gabinete, que aún requiere ser ratificado por el 
parlamento, donde figuraría el diplomático Mohammed Javad Zarif como ministro de relaciones exteriores en el caso de ser ratificado como tal. Su discurso inicial fue marcado por una voluntad de acercamiento en igualdad con las demás cancillerías, sobre todo de temas cruciales como el del enriquecimiento nuclear, o la imposición de sanciones internacionales en contra de la nación asiática. En ese sentido dijo que trabajaría para aliviar el país de estas barreras, que considera que son un lastre importante sobre su economía. El volver a un clima de más diálogo y menos amenaza, es el deseo. Sin embargo siempre estará la espinosa cuestión del Estrecho de Ormuz, el cual al menos en una parte es soberanía iraní, y la otra omaní, y que regularmente sale en la disputa como medida unilateral por parte de Teherán para perjudicar el tráfico a través del cuello de botella, por donde pasan la mayoría del petróleo mundial en camino a su puerto de destino. Además del regular  paso de los buques militares de diversos pabellones, británicos, estadounidenses, en camino a su base en Bahréin, donde tiene su sede la quinta flota de los EE.UU. bajo la protección de este pequeño emirato en el golfo pérsico.

La nueva administración siempre es una posibilidad de nuevas visiones y aproximaciones, lo cierto es que pese a que a una parte de la comunidad internacional no lo convencen los presidentes de turno en Irán, al considerar que la autoridad máxima reside en el líder, el ayatolá Alí Jamenei, quien es el indicado para juramentar, y autorizar todas las acciones emprendidas por el ejecutivo , por lo tanto el que gobierna de hecho. No obstante cada administración en el pasado se ha visto por particularidades, las cuales claramente no están en el poder del ayatolá, por lo que su carácter es ante todo ceremonial y espiritual, mientras  el del presidente es claramente político.

Con este cambio se comienza a escribir un nuevo capítulo en la historia reciente de irán, como actor regional importante. Pero también marca el precedente árabe de Evo Morales, donde los países se arrogan derecho de paso, o de lo contrario el derecho a denegárselo, en este caso a Omar Al-Bashir, quien pese a encontrarse en un avión comercial de pabellón saudí, goza de la inmunidad de un jefe de estado en tránsito en un país tercero, bajo la figura de paso inocente. Contrario a esta ley, el gobierno de Riad demostró su genuflexión frente a algunos países occidentales o EE.UU., al saber que desde su posición geoestratégica, pueden hacer abortar el traslado del presidente sudanés, y en algún modo lograr aislarlo. Este acto, que igual que el del presidente boliviano, debe ser condenado como una flagrante violación a los convenios internacionales vigentes relativos a la aviación, y al carácter oficial y extraterritorial de un avión presidencial, sea de la nación que fuera.


Sin duda alguna este caso hará sus olas en el ámbito internacional, una vez que reciba el apoyo regional, en el caso que Al-Bashi sepa capitalizarlo con sutileza, para poner en tela de juicio al gobierno saudí, el cual tendrá que responderle a Jartum con alguna explicación plausible. En cuanto a Hassan Rohani, el nuevo contexto internacional que surge de este cambio puede ser drásticamente diferente, al de los últimos dos mandatos, queda por ver en qué medida la nueva administración logra desbloquear una situación patente, donde hay más enemigos y aliados.   

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