lunes, 29 de julio de 2013

La elección presidencial en Zimbabue del 31 de julio de 2013 o la incertidumbre sobre el futuro político del presidente Robert Mugabe

El próximo miércoles 31 de julio 2013 se celebrarán elecciones presidenciales en la República de Zimbabue, donde se presentarán cuatro candidatos, Dumiso Dabengwa del partido Unión del Pueblo Africano de Zimbabue (ZAPU), Welshman Ncube del partido Movimiento por el Cambio Democrático-Ncube (MDC-N), Morgan Tsvangirai del partido Movimiento por el Cambio Democrático-Tsvangirai (MDC-T), como también el Primer Ministro saliente y finalmente Robert Mugabe,  el presidente saliente del partido Unión Nacional Africana de Zimbabue-Frente Popular (ZANU-PF).

Estas elecciones son esperadas con gran expectativa ante un panorama del país de África austral, puesto que el presidente saliente Mugabe se enfrenta por sexta vez en su carrera política, siendo además uno de los presidentes más longevos y viejos, con sus 89 años actualmente. Mugabe entró en la escena política en el año 1980, primero como primer ministro bajo el presidente Canaan Banana, hasta que en el año 1987 se convirtió el mismo en el primer mandatario zimbabuense. Desde entonces no ha perdido ninguna elección, hasta la fecha. Este mandatario que en su tiempo de ascenso gozó de gran popularidad a nivel nacional e internacional, fue perdiendo ésta con el paso de los 33 años que lleva gobernando. Su opositor más fuerte Tsvangirai, durante las últimas elecciones del año 2008, lo  dejó en segundo lugar, sin embargo ganando en segunda vuelta, dando a una crisis institucional, la cual prolongándose por meses, llevó en enero 2009, después de violencia post-electoral que llevó a poner en duda seriamente su reputación a nivel internacional.. Desde entonces se formó un  gobierno de unidad, que fue sobreviviendo más que gobernando,  llegando al momento presente.

Las condiciones económicas y sociales del país, que está bajo sanciones económicas no sólo de la Unión Europea, como también de los EE.UU., se encuentra sumido periódicamente a una inflación galopante, que en el año 2008 se acercó a 165,000%, reduciendo el poder adquisitivo del dólar zimbabuense a fracciones de lo que alguna vez llego a tener. El hecho de que este país que en el pasado fue exportador neto de trigo, se convirtió en uno netamente importador a falta de producción local también supone un dato económico por poner en relieve, al analizar el desempeño de su economía en términos globales. No obstante intentos en vano de frenar esta tendencia, el desabastecimiento, formalmente desmentido por fuente gubernamentales, toca proporciones importantes, las cuales  dan fe de un colapso real de la producción y comercialización de productos de los más básicos, séase la alimentación más elemental de una parte de la población del país.

Estas noticias a menudo repetidas por los medios occidentales, que son abiertamente hostiles a Mugabe, también se ven seguidamente puestas en contraste con un apoyo interno aparentemente sin fisuras por parte de una cierta mayoría de los zimbabuenses. La misma que le ha vuelto a dar la confianza para seguir religiéndose en el  pasado, y que en consterna a la comunidad internacional, que de forma arbitraria le fue poniendo embargos y sanciones al país, con claros objetivos políticos, de no sólo desestablizarlo, sino en un hipotético caso derrocar su gobierno.

La retórica del ZANU-PF es abiertamente anti-occidental y anti-blanca, pues la lucha por el poder en un país que en el momento de su independencia estaba manejado por una minoría blanca apoyada históricamente por los colonizadores británicos, le dio peso y argumento para una redistribución mediante la expropiación de tierras a personas negras desposeídas. Esta política, que por un lado le dio la posibilidad de poseer a los desposeídos, también condujo a un drástico descenso de la producción agrícola, y en términos reales una caída de la economía, que después de la primera década en franco crecimiento, se revirtió hacia un descenso a los infiernos en números reales. Entró entonces el estado de desabastecimiento, que parece ser en las décadas más recientes fue incrementándose a niveles astronómicos. Hoy en día el nivel de endeudamiento y de desabastecimiento de la mayoría de los rubros económicos parece ser real, mientras que el poder político de Mugabe no ha perdido en importancia, pese a lo que un observador externo pensaría.

Es cierto que la oposición  que cuenta con simpatía por parte de la mal llamada comunidad internacional, también se ha visto tachada de barro en este proceso, desde que colaboró con el gobierno de unidad de 2009 hasta la fecha, y ha consentido una nueva constitución, la cual rige desde marzo 2013 a raíz de un referéndum, el cual fue aprobado por mayoría. Además que a raíz de este mismo gobierno unitario, el MDC se fraccionó en dos alas, que competirán por separado, por un lado Tsvangirai, por el otro  Ncube. Esta división tan sólo puede ayudar a fortalecer al ZANU-PF, pese a que éste también sufra de vertientes disidentes importantes, aunque no lo suficiente como para comprometer su continuidad a corto plazo.

El análisis político de este evento se dificulta por diferentes razones, puesto que el presidente saliente está muy estigmatizado por una parte de la población, como de la opinión internacional, incluso sus antiguos simpatizantes, y por otra parte que le sigue contra todo pronóstico, y desea verle cumplir un séptimo mandato, del cual saldría nonagenario al término del mismo. La baja del turismo internacional que en el pasado le proporcionó al país importantes divisas, está en baja, en parte porque la línea aérea naciona  Air Zimbabwe, ante la inminente bancarrota, suspendió muchos enlaces internacionales,  principalmente hacia Europa, desde donde venían muchos turistas a ver las cascadas de Victoria y la zona arqueológica del Gran Zimbabue, pero desde entonces no vuelven, sea por la dificultad de llegar, o por el clima político interno.

Cuando en medios occidentales y británicos en particular, se habla muy negativamente por el trato de la disidencia al presidente y partido ZANU-PF, se apoyó de forma casi incondicional al MDC. Ahora que hubo dos capitanes a bordo por los años recientes, la inocencia de la supuesta oposición democrática se vio un tanto teñida, y además se dividió. La fuerza electoral de Tsvangirai no puede ser la misma que entonces, aunque en sus mítines se vea  aun una ola de personas, que parecen dar fe de una fuerza oculta, que se esconde de la policía política y la represión que dicen que está en el aire desde muchos años.

Esta elección puede ser con lo mismo, la continuidad de la presidencia de Mugabe, hasta el año 2018, si es que para entonces el mismo con 94 años estuviese aún en condiciones de terminar su mandato. Por el contrario podría ser el fin de una extendida presidencia, ininterrumpida desde el año 1987, con la llegada del que sería el tercer presidente del Zimbabue en su historia independiente.  Esto en parte podría aliviar la economía, en el momento en que las sanciones internacionales se levantasen, aunque por sí solo esto no cambia el hecho de que los estragos sean irreparables a corto plazo. Mientras que Sudáfrica sea el aliado incondicional de Mugabe, tanto como Zambia, Angola y Namibia lo han sido, el presidente saliente podría una vez más permanecer por un mandato más, dejando la incógnita, de si va a poder terminarlo, o su salida antes de tiempo abra un paréntesis de inestabilidad política sin igual en el país.

Si tarde o temprano el histórico líder llegara a ceder el asiento presidencial, o en el caso que la oposición sea la encargada de llevar a buen puerto el barco, el ejército, columna vertebral del régimen, que siempre estuvo a su lado, incluso en las peores horas, podría verse en una situación incómoda, de la cual podría surgir sea un golpe de estado o una intentona como menos. El status-quo tendrá en todo caso que cambiar en algún momento de la historia, aunque esto no quiera decir el regreso de los “blancos” dominantes. La posible apertura del país sería un evento sin precedente, donde hasta ahora el continuismo ha sido el vencedor una y otra vez.

Todas estas situaciones podrían verse en muy breve tiempo, en concreto a partir del 6 de agosto, cuando oficialmente se publicarán los resultados de estas elecciones 2013, de las que todos, y cada uno de los actores tiene una gran expectativa, y un miedo de que por algún lado, el caos vuelva a la calles a ensangrentar un proceso democrático, que debería de ser una celebración, y no un campo de batalla, como ya lo fue en el año 2008-2009. Independientemente de quien salga presidente, este sufragio universal será una vez más la prueba irrefutable, que al menos cada tantos años, ningún gobernante se salva de renovar su respaldo necesario, para poder llamarse y ostentarse como un presidente democráticamente electo.  

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