viernes, 6 de enero de 2012

El casus belli de la guerra irano-estadounidense o el declive acelerado de los países desarrollados después del futuro choque petrolero.


El escenario de guerra  entre  EE.UU. e Irán se acerca. Las amenazas de guerra proliferan entre ambos países, mientras que los países “occidentales” o aliados de la nación persa se posicionan cada de forma más clara en su campo. La cuestión estratégica siendo una vez más el cada vez  más conocido estrecho de Ormuz. Cuando los dos principales portaaviones estadounidenses han dejado atrás el Golfo Pérsico y se encuentran en el mar de Omán, altos dirigentes de la cúpula iraní declararon que no ven la necesidad de estos de volver a su base en la nación insular de Bahréin, donde de costumbre se encuentran en el cuadro de la V Flota de EE.UU.

Mientras que las sanciones económicas contra Irán por parte de EE.UU. y de la Unión Europea se van ampliando, llegando incluso al hipotético embargo de crudo iraní, los precios del barril subieron debido a la incertidumbre que crea la hipótesis de un cierre de la puerta de acceso del Golfo Pérsico. Las argumentaciones del campo “occidental” son de la necesidad de presencia, justificado en que lo llevan haciendo por décadas, y que además el  respeto de tránsito de estrechos tan estratégicos, es la garantía de la “prosperidad global”. Sin embargo ni una palabra de la política de confrontación  basada en las sanciones económicas a Teherán, las cuales sin duda no son basadas en una reciprocidad  entre naciones.

El argumento archiconocido de la política armamentística de Irán en base del último informe de la IAEA (Agencia Internacional de Energía Atómica),  y una voluntad unilateral de presionar a los iraníes han llevado a un forcejeo, que en cualquier momento parece llevar a una confrontación en aguas iraníes entre un buque de guerra estadounidense en tránsito con  la guardia revolucionaria, la cual encargada de vigilar y proteger sus aguas territoriales, en estas alturas estudia la posibilidad de poner minas en el paso estratégico. No obstante hasta ahora no se ha producido ninguna  ruptura formal entre Irán y la mal llamada “comunidad internacional”. Es cierto que el tono subió considerablemente en estas semanas, donde  el portavoz del Pentágono, George Little  ha declarado en repetidas veces la bien conocida postura estadounidense.

El juego geoestratégico no parece menor. El 40% del tráfico mundial   y el 33% del crudo consumido en el mundo pasa por aquí. A su vez Irán es el cuarto en la lista mundial por sus reservas comprobadas de petróleo. No obstante el relativo aislamiento que lleva desde al menos una década por las sanciones económicas, y la creciente dificultad del régimen de conseguir divisa extranjera ha llevado a que su presidente Mahmoud Ahmadinejad se haya propuesto una creciente alianza con países emergentes del Sur para compensar las pérdidas de mercados que supondría no exportar más a la Unión Europea o a Estados Unidos.

El temor de un enfrentamiento bélico sería en un caso hipotético un casus belli en el corazón de la producción mayor del  petróleo, combustible más necesario que nunca en una economía global, donde los países considerados desarrollados  se encuentran en recesión. Un choque de ésta naturaleza podría por lo tanto asentarle un golpe tan grueso, que posiblemente podría acelerar la desclasificación de EE.UU. o de la Unión Europea en el ranking mundial. Por el otro lado pondría en  primer lugar los que hasta ahora siempre han sido considerados “emergentes”. La historia de la dominación eurocéntrica  llega al declive final, mientras que se busca pleitos  con el lugarteniente de la puerta del Golfo Pérsico. A su vez la confrontación también podría acelerar el tan estancado proceso de paz del Medio Oriente, en la forma que Israel viera sus posiciones geoestratégicas tan comprometidas, que tendría que pasar a la ofensiva, siendo una vez más el pueblo palestino los que pagarían la factura final.
Por alguna razón la arrogancia europea no se ha difuminado en lo más mínimo, aunque en su corazón económico se sabe que se está  cociendo una  coyuntura de desintegración gradual de las economías integrantes del  euro, las cuales son testigos de una pérdida del control de los factores económicos. Las viejas recetas ya no parecen servir en demasía. Todo el contrario, los recortes que se buscan en las periferias de la moneda común son tan contraproducentes como catalizadores de un creciente malestar en la población en general que ve como el estado de bienestar tan preciado y presumido se  desvanece frente a ellos.

Ya vendrán tiempos donde estas premisas tan vigentes todavía, serán líneas en los libros de historia, y Europa vieja será un museo de sí misma. Se verá en ella lo que en el  siglo XX fue la dominación absoluta y perfecta de los recursos que nunca poseía, pero si administraba. Los ejes ideológicos están cambiando rápidamente,  y si los gobernantes no se asoman un poco de lo que promete la nueva era, la que será la que sigua después de lo que llamaremos la “Gran recesión” en un futuro, no demostrarán su calidad de estadistas predilectos. Nada menos extraño, que un tecnócrata siempre lo será, y nunca llegará al gobernante electo y con la perspicacia que lo caracteriza. Por algo manzanas son manzanas y peras son peras. 

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