La ruptura finalmente se produjo entre las
ocho naciones más industrializadas del den-ominado G8, durante la Cumbre de
Seguridad Nuclear celebrada en La Haya, Países Bajos el pasado 24 y 25 de marzo
de 2014. Con el precedente de la crisis ucraniana siempre en el trasfondo, el
antiguo G7, que en el año 1990 se convirtió en G8 con la admisión de Rusia,
definitivamente dejó de ser vigente. Durante esta cumbre paralela a la
verdadera cumbre, se demostró a que grado un evento que formalmente trataba de
asuntos nucleares, en extensión se pudo politizar en la medida que vimos. No
sólo todos los integrantes del viejo-nuevo G7 se alinearon en la rotunda
condena sobre el proceder ruso en la península de Crimea, sino que se
propusieron impulsar aún más las sanciones políticas y económicas sobre la federación
rusa.
Mientras
que las principales cancillerías en mayor o menor grado alzan el tono hacia
medidas fuertes contra Moscú, queda descartada toda intervención militar en el
asunto, aunque si queda justificado el envío de tropas y armamento a las bases
ee.uu. en los antiguos países de la otrora URSS, como Letonia, Estonia como
también a ex satélites de la misma, Rumanía o Polonia, que denotan claramente una
estrategia militar ante una posible confrontación bélica. En cuanto a las
sanciones contra empresarios y altos funcionarios rusos y crimeanos levantadas
por EE.UU., la Unión Europea o algún país en particular en Occidente, estas
medidas no son más que el inicio de una verdadera entramada con fines de
arrinconar a Rusia en el plano internacional, al dejarla fuera del club
selecto, donde aparentemente las más importantes decisiones se maduran en
círculo cerrado. En esta comunidad internacional tan clasista a primera vista,
este voto de ostracismo sin precedente se presenta como una ruptura de toda
lógica diplomática del pasado siglo en adelante. Desde la misma guerra fría
hasta la actualidad Rusia ha sido una pieza clave para toda negociación de tipo
internacional, en parte por su poder de veto en el consejo de seguridad de la
ONU, sino también desde el punto de
vista de proveedor de gas y petróleo a
nivel mundial, siendo para ello un imprescindible socio.
A
pesar de la ausencia de último momento del primer ministro interino de Ucrania
Arseni Yatseniuk, quien prefirió atender a una cita con el Fondo Monetario
Internacional (FMI) a vistas de obtener algo de financiación para su economía en
caída libre, que el aprovechar la exposición que le daría atender este encuentro internacional de primer
nivel, la polarización de una importante parte del quorum a favor y contra de
Rusia, probablemente puso en segundo grado de importancia las posibles
conclusiones que salieran de esta cumbre sobre seguridad nuclear. Sobre todo
considerando que de las potencias con derecho a la posesión de material
nuclear, Rusia se encuentra entre los más importantes, con lo que un acuerdo de
su parte es más que elemental para cualquier posible consenso.
Frente a la cuestión de la Cumbre de Sochi programada en verano del año en curso, prácticamente todos han anunciado el cese de los encuentros preparativos, y cancelado su participación de forma categórica. Esto coincide con la presidencia pro tempore de Rusia sobre el G8, la cual por evidentes razones obligó a los demás miembros a desestimar toda posibilidad de negociación, cuando su principal contrincante en este caso tiene el turno de ser huésped de las reuniones. En vez de ello se programó una cumbre en Bruselas, Bélgica por el mes de junio, que bajo las insignias del G7 volvería a darle vida a una etapa que aparentemente había sido superada, la del mundo bipolar, que en todos los niveles e instancias extrapola una profundo antagonismo entre dos bloques.
Cuando
en el siglo XX la entonces URSS se vanaglorió de escapar a la gran crisis
financiera del 1929 y de ser relativamente inmune a las turbulencias económicas
mundiales, en el nuevo esquema Rusia, como exportador neto de hidrocarburos y
por lo tanto mucho más ligado a la coyuntura internacional, estará posiblemente
expuesto a consecuencias a nivel de las exportaciones, en el momento que por
cualquier motivo se cierre el flujo a través de Ucrania hacia Europa
Occidental. Alemania que tiene una aguda dependencia, alrededor de 70% de las
importaciones rusas e importante socio comercial de Rusia, tiene
definitivamente mucho más que perder al imponer dichas sanciones, que cualquier
otro socio de la UE, como por ejemplo Francia o Portugal. Desde la posición de
economía primera de la zona euro, su línea moderada ha sido hasta ahora un
freno para medidas más contundentes, aunque no por ello Angela Merkel haya subido el tono diplomático con Moscú a
nivel retórico al menos.
Resta
ver quien pierde más en este juego de
todo o nada, Rusia que posiblemente aproveche esta ocasión para diversificar su
comercio exterior con otros agentes mundiales, tales como UNASUR, Alba,
Mercosur, BRICS, etc., y de fortalecer los lazos políticos con Venezuela, Cuba,
Nicaragua por ejemplo, o la UE y sus estados miembros, quienes tienen
importantes intereses en la nación euroasiática, y se encuentran en medio de una crisis económica de varios años. No
estamos nada lejos de una nueva fase de la guerra de influencias, donde EE.UU.
tendrá que defender su presencia en el toda América Latina, y posiblemente
vuelva en algún momento a la vieja doctrina de Monroe, que presume la
exclusividad de sus intereses a nivel hemisférico, en contra de toda entrada de
una influencia extracontinental, ergo
rusa en su antepatio neocolonial.
En
la guerra todos los medios son justificados, así aquí una parte de la comunidad
internacional se niega a acatar un proceder, que si viniera de uno de los propios
allegados no tendría ningún problema en consumarse, pero dado que viene del
ruso no puede ni debe de prosperar, si de ellos dependiera. Este club de
grandes cancillerías dicen querer protegerse
de posibles repercusiones de una medida recíproca por parte de Rusia, sobre
todo en cuanto al suministro de gas. El plan alternativo con EE.UU. o Noruega
como nuevo importador neto es casi imposible que se materialice tan
rápidamente, puesto que son proyectos de décadas, y aún en proceso de
gestación. La reserva de gas y petróleo de muchas naciones europeas puede durar
como mucho un par de meses, y la posibilidad de llevar gas por fracking es tan
experimental a esta altura como insuficiente, que los intereses ideológicos
parecen claramente estar por encima de la realidad económica existente.
La
Cumbre de La Haya habiendo concluido con el mencionado trasfondo político
inevitable aparentemente deja un precedente tal como fue la Cumbre de la OEA en
Punta del Este, Uruguay en 1962, donde Cuba fue excluida del organismo
supranacional por incumplir la cláusula democrática, por tener un gobierno de
tendencia marxista-leninista bajo una intensa presión de EE.UU. Los fines
justifican los medios en ciertos momentos, aquí sin duda alguna aplica este
dicho.
Con
la ruptura consumada hasta parece que los siete países más industrializados se
entendieran mejor que nunca. ¿Acaso sería razonable pensar que Rusia nunca fue
tomada realmente en serio en la mesa de los grandes poderosos, que desde el
pacto de Bretton Woods dominan de facto la
economía mundial? Más vale sólo que mal acompañado, esto podría ser válido para
Rusia ahora mismo. Para el club de sus numerosos detractores a nivel mundial,
la apuesta ahora es como sancionar sin perjudicarse a sí mismos, puesto que el
que ríe último, ríe mejor.
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