El
pasado domingo 16 de marzo 2014 se celebró en Crimea el referéndum sobre el
estatus político de la península. Entre las opciones estaba por un lado el
fortalecimiento del estatuto autonómico dentro de la nación ucraniana o la
separación de ésta última y la demanda de adhesión a la Federación Rusa por el
otro lado. Con un 96.77% de los votos
por la adhesión con Rusia, y tan sólo 2.5% de partidarios para permanecer en
Ucrania, se consumió el paso necesario para la incorporación a Rusia, que el
presidente Vladimir Putin mismo se encargó de formalizar, al firmar el decreto
presidencial correspondiente.
Las
cancillerías occidentales junto con EE.UU. han por lo tanto optado por
materializar su amenaza al menos en parte de sanciones a Rusia y Crimea. El
Reino Unido ha cesado toda colaboración con Moscú en lo militar, y EE.UU. ha
congelado los haberes financieros de varios ciudadanos rusos en la Unión
Europea y en EE.UU. también. Los ciudadanos mencionados no podrán transitar en
el espacio Schengen y le serán anulados sus posibles visados inmediatamente. Mientras
que surge la gran incertidumbre acerca de la posible interrupción del gas y
petróleo ruso hacia Europa occidental en el caso de un serio deterioro de las
relaciones comerciales entre Rusia y sus socios europeos.
Moscú
es actualmente el único país que reconozca formalmente la República de Crimea
como estado soberano, y de hecho se dio una voz de consenso en las cancillerías
tanto occidentales como de EE.UU. en enérgicamente desconocer el referéndum
considerado ilegal, por lo tanto
jurídicamente sin valor alguno. Kiev por su lado además de desconocer todo este
proceso como sus resultados, implementó la autorización del uso de la fuerza
por parte de las fuerzas armadas en todo el territorio nacional, ergo en Crimea, además de consolidar
apoyos internacionales, que no son pocos, en el ámbito internacional. Kiev sabe
no cuenta con la opción de entrar militarmente en lo que reclaman como su suelo
patrio, por ser presente un contingente ruso en la base rusa de Sebastopol, y
que toda confrontación con una unidad militar de pro-rusos en cualquier momento
se podría producir, en el momento en que la tregua existente entre
diferentes cuerpos policiales contrarios
presentes actualmente se rompa.
Tras
la firma en conjunto del primer ministro crimeano Aksyonov y el presidente ruso
Vladimir Putin del pacto por la incorporación, se termina de consumar el acto
para la adhesión a la Federación euroasiática por parte de la península del mar
negro, su nueva delimitación, la cuestión de la ciudadanía de los nuevos ciudadanos rusos, entre muchos temas que
serán determinantes en lo práctico. Con ello Rusia entra en un capítulo sin
regreso posible, donde se consuma una brecha entre occidente y Rusia, que no
sería comparable más que en tiempos de la guerra fría en pleno apogeo
Después
de seis horas de discusión entre Serguei Lavrov y John Kerry en la residencia de
la embajada norteamericana en Londres el pasado jueves 14 de marzo no llevó a
ningún acuerdo posible entre las dos partes. Ni los EE.UU. lograron arrancar
una concesión de los rusos, en las que figuraba el cese del referéndum, ni los
rusos pudieron conseguir que los estadounidenses desistieran a la imposición de
una sanción en su contra. Lejos de ello la conferencia fue por separado y tan
escueta por ambos lados, que ante cualquier duda, fue probablemente el último
momento de franca colaboración entre los dos bloques opuestos. Ninguno volvería
a ceder sea un milímetro de sus posiciones. Los rusos no sólo aceptaron la
independencia formal de la República de Crimea, sino que el inicio del proceso
de incorporación. La Unión Europa materializará los primeros esbozos de una
serie de sanciones que se prometió imponer a la nación euroasiática, además de acelerar
la firma de asociación con Ucrania desde el mismo viernes, donde se celebrará
la sesión de firma del documento, que en su momento Yanukovich no firmó. Además
de que en bloque se ha rechazado la legalidad del referéndum en sí, y de insistir en la violación de leyes
internacionales a Rusia, al acusarle de tener presencia de tropas en suelo
ucraniano. En todo caso la mal llamada comunidad
internacional como también la OTAN, la UE, y otras instituciones
supranacionales en coro le prometen un aislamiento del
concierto de naciones a nadie menos que a Rusia, primera nación en tamaño en el
mundo.
Tal
como si se tratara de una nación de tamaño relativamente secundario, los
grandes de la diplomacia internacional se proponen dejar en un rincón a la
primera nación en reservas de gas y primera productora de crudo en el mundo
actualmente, responsable en gran medida del abastecimiento de ambos en Europa
occidental con sus estratégicos oleoductos y gasoductos, pasando porque no, por
Ucrania.
Entramos en un nuevo capítulo de la historia
contemporánea europea, donde con la desincorporación de facto de una parte de
la nación ucraniana, por medio de un referéndum, a imagen y semejanza de Sudán
del Sur o Kosovo, está vez la comunidad
internacional no fue la que tomara
la iniciativa de la misma, por ende decide desconocer este proceso. Entre todo
esto entra también el debatible argumento de la validez del gobierno interno ucraniano
post-euromaidan, que ha tomado las riendas de lo que aún controla, quien lejos
de hacer unanimidad, puest que no goza del reconocimiento del gobierno ruso,
pero si del de la mayoría de las cancillerías occidentales, incluyendo de
iure a la República autónoma de Crimea.
El
hecho que ahora sí se hayan cerrado prácticamente todos los canales de
comunicación oficiales entre Kiev y Moscú, hacen que ésta aparente crisis
alrededor de Ucrania y Crimea, sea una guerra entre los dos antiguos opositores
de la entonces vigente guerra fría. No obstante la caída del muro de Berlín,
parecería que hay cosas que periódicamente se vuelven a repetir. Así que ahora
ante el hecho consumado, y ante la evidencia de que estamos en un callejón sin
salida para ambas partes, que no se pueden dar el lujo de retroceder, se
pareciera a la situación previa al estallido de la primera guerra mundial entonces
en 1914, hace exactamente cien años de ahora.
¿Hasta
cuándo se podrá hablar aún de guerra económica, antes de llegar al enfrentamiento
engendrado por un casus belli u otro,
que derive ahora sí en la guerra regional, no se diga mundial de nuevo? Serán
ambos bloques capaces de perder toda racionalidad sobre las cosas y de cómo se
puede aún llegar a un acuerdo, por muy mínimo que fuera? ¿O tal vez ya hemos
pasado éste estadio, y nos estamos dirigiendo a un real recrudecimiento de una tensión mundial,
que posiblemente en un futuro sea considerada como la chispa de un evento de
largo aliento, que nadie a ésta altura
de la historia es capaz de vislumbrar como tal, y que posiblemente vaya a
determinar la vida de muchos de esta generación actual en edad de ser llevados
a nada menos que la guerra misma?
Nada está dicho aún y cada campo está afilando sus cuchillos como mejor
puede, para un enfrentamiento aún mayor por venir. Hasta ese entonces sigamos esta
crisis y sus posibles repercusiones de cerca.
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