sábado, 12 de febrero de 2011

La dimisión de Hosni Mubarak o la gloriosa revolución egipcia como modelo para el mundo árabe

Este es el primer día de la era post-Mubarak en Egipto. El país amaneció con un nuevo aire, nunca antes visto en 30 años. La noche del 11 al 12 de febrero 2011 pasará a la historia contemporánea egipcia como el nuevo comienzo. El 11 de febrero, tras 18 días de protestas a nivel nacional, y sobre todo en sobre la Plaza Tahrir, donde había incrementado el número de manifestantes, seguía demandándo la salida incondicional del impopular presidente Hosni Mubarak. El ejército que había demostrado con anterioridad y repetido ese día también su apoyo a las demandas populares, en las salidas de dicha plaza, incluso vió actos de fraternalización con los manifestantes.

Mientras que el día anterior Mubarak se aferraba al poder en un discurso televisivo, donde confirmaba su calidad de primer mandatario del país, creándo un sentimiento de decepción general en la plaza Tahrir, quando los rumores decían que dicho discurso sería el de la dimisión definitiva, el ánimo volvió en la noche, entre los manifestantes, que permanecieron en la plaza de la Liberación. La extensión de la revuelta popular en prácticamente todo el país, y la progresiva degradación de la imagen del presidente, finalmente lo llevaron a tomar la decisión el día 11 de febrero a las 17 horas, hora local egipcia, a presentar su dimisión, proclamada por el hasta entonces vicepresidente Omar Suleiman. El poder presidencial fue entregado al ejército, que desde entonces gobierna de forma transitoria por el consejo supremo de las fuerzas armadas presidido por Mohamed Hussein Tantaoui. La euforia general ganó las calles de las principales ciudades del país, mientras que el ahora ex-presidente se retiraba a su residencia en Sharm-El-Sheik en el Sinaí.

Durante toda la noche los egipcios vivieron momentos únicos de fraternidad que habían sido la excepción de la regla durante el largo mandato del ahora ex-presidente. La gente no solo salió en Egipto a la calle. También en la Franja de Gaza, en Beirut, en Túnez, en Saana, en Yemen, incluso en EE.UU., como en todo el mundo árabe, y en prácticamente todo el mundo, donde hay una comunidad egipcia, esta salió a celebrar la caída del dictador. El objetivo común de derrocar al rais había finalmente después de 18 días de resistencia alcanzado su objetivo. En un acto muy simbólico los cairotas han procedido el hoy a limpiar la plaza Tahrir de los escombros. El retiro de las piedras, la limpieza en general, que significa el nuevo inicio. Ante unos últimos manifestantes que quieren permanecer ahí, para garantizar el respeto del nuevo proceso puesto en marcha, la gran mayoría han decidido retirarse de ella. En cierto modo una etapa ha sido alcanzada, el derrocamiento del dictador, ahora viene la más ardua tarea, la de la consolidación del nuevo poder legítimo y democrático.

El post-Mubarak viene ahora en vista con muchas dudas e incertidumbres. El nuevo hombre fuerte, Tantaoui tiene una misión histórica, la de devolver la democracia al país. Crear nuevas instituciones que realmente representen a los gobernados. La normalización de la vida cotidiana después de 30 años de estado de excepción. El ejército como columna vertebral del país goza en la actualidad de una confianza absoluta por parte del pueblo egipcio. Hay una verdadera confraternización, y una fe absoluta que no van a decepcionar las demandas populares. En los actos habrá que confirmar lo anteriormente dicho, pues también ha sido el ejército el que ha sido un firme sustento por tres décadas para el rais, que subió al poder después del asesinato de Sadat en 1981, al pasar de vicepresidente a Presidente. El traspaso del poder en Egipto ha tradicionalmente sido de esa forma, de Nasser a Sadat en 1969, de Sadat a Mubarak en 1981,desde que Nasser fue el artífice de un golpe militar contra el rey Farouk en 1951. Por primera vez el vicepresidente, Omar Suleiman no tendrá esta suerte. Su carrera política parece concluida con toda evidencia, además que se sabe que su actuación como director de los servicios de inteligencia del país no fue del todo inocente tampoco. Era en parte el hombre elegido por EE.UU., la CIA y el departamento de Estado de EE.UU. como potencial sucesor a Mubarak

Una vez más las reaciones internacionales no se hicieron esperar. En general la comunidad internacional se ha tenido que decantar, casi por necesidad frente a la opinión pública de su país, a apoyar la voluntad del pueblo egipcio. Algunos fueron más tímidos en ese apoyo, como por ejemplo el de Barack Obama, que saludó al pueblo egipcio por su valentía, pero siempre con la cautela de poner condiciones a ese apoyo, como el de convertirse en una sociedad democrática y que en el futuro haya elecciones limpias y transparentes. El primer ministro francés, Francois Fillon, en el portavión Charles de Gaulle en dirección a Arabia Saudita, dió declaraciones menos entusiastas, saludando el valor del ex-presidente Mubarak por su decisión. Precisó también la importancia de Egipto en el "proceso de paz" de Medio Oriente, osea, que si este sigue vigente, el nuevo poder tendría que seguir colaborando con el estado Israel. Qatar fue uno de los primeros países en hacer declaraciones respecto a los sucesos en Egipto, saludando al pueblo egipcio por su nuevo futuro en la era post-Mubarak. Los que fueron menos entusiastas fueron entre otros Israel y Arabia Saodita. Israel está actualmente temblando ante la perspectiva de una nueva ola de regímenes hostiles a él. Su mayor aliado, Mubarak, que pasó a la historia, los deja en una vulnerabilidad parecida a la que padeció en 1967 o 1973. Arabia Saudita por su lado elogió la "transición pacífica", sin esconder su distancia hacía el nuevo poder. Abdallah ibn Abdelaziz, tradicional aliado de EE.UU. ve con muy mal ojo los desarrollos en toda la región desde el comienzo de las protestas en Túnez en 2010. La canciller alemana, Angela Merkel califió la revolución egipcia como un histórico. Finalmente la alta representante para las relaciones exteriores de la Unión Europea, Catherine Ashton, ha declarado a su vez, que su deseo es que la democracia vuelva al país, poniéndo especial énfasis en que este poder no pase al "eje del mal", de Irán o del Hamás en Gaza o el Hezbollah en Líbano.

La ola revolucionaria ha pasado desde hoy a un nuevo frente de combate. El nuevo escenario siendo Argelia. El presidente Abdelaziz Bouteflika ve como la populación se está organizando cada vez más contra el regímen pseudo-socialista, y una marcha multitudinaria se está organizando no solo en la capital Argel, sino a nivel nacional en las principales ciudades como Oran, Bejaia Constantina, Bejaia, en estos mismos momentos. En Argel rige desde años una prohibición de manifestarse con carácter permanente. Los atentados en los años pasados contra instituciones estatales, como la ola de oposición más o menos organizada y ante todo clandestina dan una idea de la fuerza de la contestación que se está observando en la actualidad. Alrededor de 30 000 policías han sido enviados solo en la capital Argel para contener la afluencia en la plaza de los mártires. Esta plaza que durante la guerra de independencia de Argelia cobró un carácter simbólico, ahora parece recobrar este mismo en un contexto totalmente nuevo.

La ola revolucionaria ha desbordado definitivamente de Egipto al mundo árabe en general. Ningún país esta actualmente a salvo de verse desbordado por manifestantes que exigen la dimisión del gobierno y una nueva fundación del país. Desde Yemen, pasando por Jordania, Túnez y Argelia por ahora, pero sin duda sin carácter exhaustivo, en otros países que se van a sumar a la ola revolucionaria, la señal del cambio ha sido contundente. Los pueblos árabes quieren recuperar su dignidad perdida por décadas de dominación occidental. Han perdido el miedo a la represión, han salido de su aislacionismo, y estan más determinados que nunca que nada es imposible, si la sociedad unida pide la dimisión del régimen impopular e impuesto desde el exterior, con el pretexto de ponerle un freno al pretendido extremismo islamista de la región. Es más, cabe preguntarse si ese extremismo no es más bien fruto de la existencia de dichos regímenes.

Egipto ha vencido por ahora. Argelia se ha puesto en mira un objetivo similar en su país. Nadie puede frenar una ola tan fuerte, ni con la mayor de las represiones. Si alguno de estos países logra sostenerse, es o porque efectivamente goza de la confianza del pueblo, o porque ha hecho las concesiones pedidas por la vox populi. De lo contrario es la hora de hacer temblar a los poderosos. Es la hora de los pueblos árabes.

Viva el pueblo egipcio
Viva el pueblo argelino
Vivan los pueblos árabes

Hasta la victoria siempre
Venceremos.

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