martes, 2 de diciembre de 2008

Barack Obama muestra su verdadera faceta o el cambio por la continuidad de lo viejo

Ahora sale porfín a cuentagotas lo que nadie sabía, o podía saber, que el gran cambio Obama, ni es grande, y apenas se puede llamar con ese apelativo. Con lo último que se sabe, el ministro de defensa no cambiará, y se matendrá indefinidamente hasta nuevo orden bajo órdenes de Robert Gates. Y aquí viene la gran sorpresa. La antigua contrincante a la presidencia Hillary Clinton será Secretaria de Estado. No es lo mismo que presidenta, pero algo es algo. Al menos le pasará el mal sabor de la derrota con un despacho menos ostentoso, pero siempre relevante y garante de que el orden imperante dentro de las filas de nuevo gobierno no sea demasiado traumático después de las dos administraciones Bush hijo. De hecho es una amalgama entre antiguos colaboradores de Clinton y de Bush.

A todos aquellos que por alguna razón llegaron a creer en un cambio, que se despierten de la hipnosis. Detrás de Barack Obama no está más que la misma esencia retorcida de un partido democráta, que queriendo ser más izquierda en EE.UU. termina en lo mismo dándole más rodeos a cada cosa. Sólo que el presidente tiene nombre keniata y apariencia afroamericana. Siendo tan temprana la noticia, las reacciones en los medios de comunicación son más bien confusas, aunque el denominador común ha de ser la decepcionante reacción de ver como el portador del "yes we can" le haya dado un giro conservador tan determinante. En realidad siempre lo tuvo, pero el aura que cargaba era la cortina de humo perfecta para una elección calificada de "histórica". Ahora mismo entraría la duda si a cada cambio de partido mayoritario estadounidense se le puede ahora atruibuir el carácter histórico.

Los intereses estadounidenses siguen siendo los mismos, aunque actualmente su seguridad está más bien entredicha. Con un presidente ruso que además de fortificar al enclave de Kaliningrad con misiles, en una frontera con tres países de la unión europea, en específico Polonia, y hacer maniobras militares en el caribe venezolano, y hablar cara a cara con los líderes del Alba, Chávez, Morales, Ortega y Correa, no cabe duda que este negro está esperando en la antesala con temores como su panorama se ensombrece antes de haber salido siquiera a la gran política internacional. Todo nuevo presidente tiene que pasar la prueba de fuego, ante la comunidad internacional, al igual que el entonces recién electo John F. Kennedy pasó mal rato con un secretario del partido comunista ruso, Leonid Brezhnev, el último saliendo airoso del encuentro donde la inexperiencia y la falta de carácter fueron claros en el lado de Kennedy.

Si la tendencia se confirma que le vacío de influencias estadounidenses se persigue y los rusos y los chinos están ganando terreno político y económico, este cambio de conyunctura sería el primer real cambio en cuestión. El aislamiento de regímenes adictos a Wahington, como Colombia o Perú o México verán las desventajas de estar aliado con una potencia en decadencia, y de hecho la crisis financiera mundial es el perfecto termómetro para medir la dependencia de las economías frente a un dólar cada día más devaluado y obsoleto. Independientemente de las medidas interiores para levantar al gigante de su crisis que tome Obama en EE.UU, para el exterior será más de lo mismo. Las promesas en el aire se iran desvaneciendo como burbujas de jabón, pues la mitad de lo que dijo es practicamente irrealisable a corto plazo, y la decepción post-electoral del "yes we can" hacía el bajón de ver que en la política se es mejor o peor orador, y tener mayores o menores promesas electorales, pero influir tantísimas esperanzas en un pueblo para después salir con la amnesia consecuente, le hará sufrir una grande caída de popularidad a mediano plazo. Al final todo ya estaba dicho, pero el aura y el misterio de algo nuevo, terminó nublando al electorado, y este legitimizó a un presidente con el zenith de participación ciudadadana. Ciudadanía que ahora ve como su protagonismo fue ante todo una instrumentalización de la voluntad popular estadonunidense, en sí ya distorcionada, ahora engañada. No fue necesario aquí un fraude del tipo Bush en el 2004. Con solo poner a un candidato exótico y en cierta forma novedoso, hizo posible la constitución de un nuevo tipo de administración, ni demócrata, ni republicana sino una derecha-ultraderecha sin distinción partidista. Biden es el elemento más conservador demócrata, Gates la continuidad del complejo militar-industrial, y Clinton la representante de la ala más pragmática de los tiempos de Bill Clinton.

Muchos cambios cosméticos, que en el fondo solo dan una cosa a entender: El gran cambio es para que nada cambie. Mucho se podrá quejar ahora el pueblo de EE.UU. pero ahora lo tienen bien en su trono al dichoso Obama. Ahora hay que aguantarlo cuatro años, y porque no ocho. En el 2004 Bush hijo marcó su segundo mandato con la frase de "four more years" y ahora habría que completar el lema obamista de "Yes, we can ...... you". Que el lector rellene el verbo con lo que mejor le plazca, pues no habrá demasiadas derivaciones. Mi variante sería algo como:"Yes, we can manipulate you....."

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