viernes, 30 de agosto de 2013

El fracaso de la operación fast-track para una intervención en Siria o el gran revés de David Cameron en la Cámara de los Comunes

A veces hasta al diablo le sale una mala carta, pues ni siquiera él se salva de perder alguna vez. Lo mismo tiene que pensar David Cameron, quien el pasado 29 de agosto no logró, pese a ocho horas de sesión en el Parlamento británico, pasar la moción de ley que permitiría la intervención militar unilateral sobre siria. Así Cameron y su viceprimer ministro Nick Clegg pierden la apuesta de entrar junto a sus socios de EE.UU por 285 votos en contra y 272 a favor,  con la finalidad de ejecutar la campaña de castigo en contra del régimen de Damasco. Este gran revés obligó al primer ministro a reconocer la inviabilidad de toda intervención militar, tanto por representantes del partido laborista, incluso de sus propios correligionarios, quienes se le opusieron. En EE.UU. por su lado Obama tiene a su vez dificultad de pasar la voluntad de guerra por el Congreso de la Unión dominado por el partido republicano. Se le exige en efecto mayores pruebas, y si en el caso más consistentes para probar de forma convincente la culpabilidad  certera del presidente Assad detrás del ataque de gas sarín el pasado 21 de agosto en Ghouta, en las afueras de Damasco, la capital siria.

Por lo tanto dos de los grandes promotores de esta medida de castigo, que debería de haber iniciado hoy mismo, se tuvo que posponer por ahora, por muchos otros aspectos también. Cuando el jueves 29 de agosto una resolución británica para permitir la intervención en Siria es objeto una vez más del veto combinado de China y Rusia, la posición de la administración Obama estaba más que fijada, pues independientemente de los resultados de la votación en el Consejo de Seguridad de la Onu, el plan prosigue. Tal es el caso que un quinto destructor se acercó al Mediterráneo oriental, para el caso hipotético de un ataque a distancia.

Esto es el único modo que podrían actuar, pues para comenzar los rusos tienen una importante base, la única en el mediterráneo, en el puerto de Tartus, que sirve de contrapeso para que entren directamente. Líbano le prohibió todo tránsito a cualquier nave con fin bélico en su espacio aéreo, y ante todo se acercó incluso más a su vecino ante la amenaza inminente. Jordania, en un afán de mantener la neutralidad, se dice contrario a toda colaboración en el operativo, eso que se pueden considerar interlocutores privilegiados con EE.UU. e Israel. Israel, país en perpetuo estado de guerra, subió la alerte militar, para el caso que se vean afectados de forma colateral por el ataque, que podría expandir el fuego en toda la región, cuando no sólo son vecinos, sino además tiene tierras que ocupan desde la guerra de los seis días, en el año 1967.

Los turcos, que en un momento eran aliados incondicionales de Assad, ahora son su peor enemigo. Tal es el caso que Erdogan se posiciona como uno de los más procactivos aliados en la región en lo que concierne el proyecto de intervención limitada. Es también de mencionar que su frontera común con le interesado, y una estrecha colaboración con los opositores, al grado de darles puerto seguro, resguardo de los ataques, y una base logística que es sin duda imprescindible para el Consejo Nacional Sirio con sede en Estambul. Por lo tanto se pueden considerar por ahora el aliado más fiable en la región, que en su mayoría, desde Egipto hasta Iraq, se oponen a toda intervención.

Mientras que los griegos se mostraron neutros, pero no accedieron a prestar sus bases para tales fines, dado que su postura en el mediterráneo además les es seguramente importante,  y si de por sí, bajo Papandreu jr, la imagen del gobierno heleno se deterioró notoriamente frente al mundo árabe. Italia por su lado dice no querer participar tampoco, ni activa ni pasivamente, salga resolución o no. Esto se parece una vez más al dilema que tuvo el gobierno de Roma cuando la caída del coronel Ghadafi, aliado estrecho del entonces primer ministro Silvio Berlusconi, en 2011. Esta vez se trata de Enrico Letta, quien en el 2013 tiene que velar por la neutralidad de una nación tan al centro de este gran lago, que hoy parece una tina llena de buques de guerra listos para atacar.

Finalmente la postura francesa que queda por ahora pro-ee.uu. como hace mucho, parece ser el aliado más fiable, además uno que sí parece tener la capacidad de actuar son necesidad de mucho protocolo parlamentario y en la inmediatez además. Sin embargo la reputación de François Hollande, quien está muy desgastado políticamente, aunque no lleve mucho tiempo en el poder, no goza de un apoyo mayoritario, más que en un núcleo más sólido del Partido Socialista, pero que curioso otra vez, en oposición al derechista UMP de Sarkozy. En efecto es el segundo proyecto militar desde la administración Hollande, que ha demostrado ser más militarista aún que su predecesor, quien se afiló los colmillos entonces contra el ahora difunto Muammar Gadafi en Libia. No obstante que Mali le haya salido relativamente limpio, aunque esté por ver si no tendrá mayores consecuencias para los intereses franceses en la región y en el mundo,  en todo caso demostró que el traje de comandante en jefe le da una seguridad y autoestima, que el solo traje no le puede proporcionar.

El proyecto fast-track de guerra por ahora se frenó. Sin embargo algunos voceros de EE.UU. han dado a entender que la responsabilidad de Obama frente a las atrocidades no se puede quedar impune, que los responsables, ergo el gobierno de Al Assad tiene la tiene sin lugar a duda, viene a contradecir una espera general por ver los resultados de los equipos de la ONU, que deberían de concluir en la mayor brevedad. Antes del sábado ya no hay más personal de la ONU en suelo sirio, por lo que entonces sí se puede comenzar los tiros, puesto que no se quiere ver lo que pasó en Iraq, donde Sergio Vieria de Mello, diplomático brasileño al cargo de la misión, muere durante los bombardeos. Estos gestos rara vez queda bien a la luz de la opinión pública. 

La comunidad internacional, incluso en el sentido más restringido de la palabra, no supo responder positivamente al llamado moral del Premio Nobel de la Paz, Barack Obama, a iniciar una guerra a control remoto a un país soberano, y  sin resolución de por medio para justificarla. Su mejor aliado vio como por primera vez le falla el cálculo político y tiene que tomarse el trago amargo. Sin mucho apoyo más que Turquía y Francia, con lo que tal vez ya se pueda decir que es una parte de la comunidad internacional, quedan las palabras al aire. Obama se sintió fuerte para acelerar la intervención, pero se quemó las cartas muy rápido. El precedente de Libia sin duda hizo más cautos también a Moscú y Pekín, que no dieron su voto de abstención, sino por lo contrario, llevan más de tres rounds, bloqueando una y otra vez las ofensivas para legitimar los injustificable, por las meras promesas  tener de pruebas, pero sin nunca sacarlas a la luz.

Assad puede suspirar, pues lo peor acaba de ser abortado en su origen, no será mañana que le caigan los misiles sobrevuelen le cielo sirio los cazas franceses, ee.uu. o turcos, pues  cada uno tiene sus propios problemas que resolver, y ciertamente estas aventuras extra-regionales suelen ser placenteras, cuando en casa hay orden. Pues ni Cameron, ni Obama, ni Hollande pueden presumir de tal condición. ¿O será que por lo mismo, cada uno quiere distraer a su gente de lo que verdaderamente afecta, con una guerra exterior, tan necesaria cuando todo consenso dejó de ser, y no hay argumento que presentar que remedie la situación.

Es una jugada arriesgada la que se mete el premio nobel de la paz, quien por cierto tiene una creciente demanda social, e incluso circulan muchas peticiones para retirarle al presidente Obama el título honorífico de premio nobel de la paz, faltaría más, que con una cola que pisar de kilómetros, se sepa ahora justificar, que en el fondo, es un hombre de paz, tal como dijo en 2009 al recibir la condecoración. 

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