viernes, 14 de marzo de 2008

La OEA a la papelera

Con esta expresión el presidente Correa ha dejado en claro la poca opinión que tiene de la OEA en caso que no diga las cosas por su nombre. Como claramente fue el caso. Es una realidad que la "tregua" hecha en Santo Domingo en la Cumbre del Grupo de Rio, no es más que transitoria. Mientras que en Colombia lo peor de la crisis ha pasado, el problema del paramilitarismo sigue, pero con la resaca del último enfrentamiento con Ecuador.

La imagen positiva que nos ha transmitido el actual secretario general de la OEA, Jose Insulza, no debe hacernos olvidar la politización en la cual nació esta organización, con el claro objetivo de aislar la revolución cubana y aglutinar al resto de países latinoamericanos en un chaleco de fuerza en manos de Washington. Resulta una ironía que por un lado su sede esté en Washington, y su carta de fundación de 1948 celebrada en Bogotá, Colombia.

Es de mencionar su momentánea neutralidad. Más que neutralidad es una impotencia, reflejada en la poca repercusión que llega a tener, más allá de observar elecciones, generalmente de forma objetiva, exceptuando cuando es más que evidente el querer darle un sello de legitimidad a tantos gobiernos poco respetuosos, o incluso ilegítimos, como lo es Felipe Calderón en México. Por más que ahora se alegue en papel que la incursión fue real, ninguna medida será de importancia. Es más prestigioso una resolución de la ONU, pues si bien está compartido el control entre cinco, sigue siendo una prolongación de los intereses estadounidenses.

Ojalá algún día llegue que quede tan obsoleta, que nadie se acuerde ni de su mera existencia menguante, o de su secretario general, como lo que ocurre con la Comunidad Andina de Naciones (CAN), o el Acuerdo Latinoamericano de Desarrollo e Integración (ALADI), con sede en Montevideo. Ese es el futuro que se merece está organización.

El ALBA tiene propuestas meritorias de considerarse. AL igual que ciertas clausulas del MERCOSUR, aunque este último ha demostrado más de una vez que solo responde a intereses contrapuestos de los dos grandes del bloque por ahora (Brasil y Argentina).
En todo caso es hora de eliminar la superposición de organizaciones más simbólicas que existentes y crear una sola que pueda responder a las naciones americanas, pero eso siempre,al amparo de la influencia de EE.UU como garante de su posición hegemónica en la misma. Menos mal que en las últimas elecciones de secretario general no haya salido Derbez. Pues por más mexicano que sea en teoría, era el elejido a controlar la organización por un mandato contra las olas izquierdístas del continente.

O bien están todos dentro, o no tiene legitimidad. Y hasta que no se incluya a Cuba, excluída en el 1961 por su ideología, incompatible en aquel entonces con la OEA, su papel en la escena internacional es inmoral. Hasta entonces habrá que seguir tolerando a este intruso, que cada cuando da una cara más amable, pero en su esencia nunca deja de ser espurio para toda futura integración de América latina, y ante todo un lastre más que una solución.

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